En un período de grandes e inciertos cambios internacionales resulta imprescindible analizar cuales condiciones y tendencias inciden en cada región del mundo. Los es necesario en particular para interrogarse si acaso la crisis actual pone en referencia o amenaza la necesidad y el sentido de la reiterada aspiración histórica de unidad regional de América Latina y el significado y consecuencias para cada país y sector social
Siendo que los eventos a partir de la expansión de la pandemia Covid-19 se han precipitado en un muy corto plazo, los pronósticos iniciales sobre la magnitud y perspectivas de la crisis y sus perspectivas han debido ser revisados reiteradamente lo cual pone en evidencia el grado de desorientación. existente[1].
La incertidumbre sobre la magnitud y extensión de la ya caracterizada como crisis “sanitaria, humana y económica sin precedentes en el último siglo»[2] lleva a poner en foco de atención los efectos, consecuencias y posibles alternativas inmediatas y mediatas ante la pandemia.
Pero también, ponen en atención políticas y acciones introducidas por cada país que han referido no solo la voluntad, recursos y acciones para prevenir y atender la extensión de contagios y la atención de los enfermos sino también , y con notables diferencias de visiones y posiciones, escalas de valores y prioridades estratégicas.
En lo inmediato las medidas de emergencia, las restricciones generalizadas a los movimientos de personas , y, muy especialmente, la enorme caída de la actividad económica y del comercio internacional por medidas sanitarias preventivas pudieron haber puesto un compás de espera circunstancial a la necesidad de responder al interrogante específico planteado: ¿ Qué perspectivas estarán planteadas para América Latina en relación al mundo y, muy especialmente respecto a las relaciones dentro de la región?
¿Esperar, actuar o sálvese quien pueda?
Luego del inicial desconcierto y, por supuesto, la preocupación e incertidumbre crecientes por pasar a ser América Latina uno de los focos mayores en el mundo de expansión de la pandemia, la sociedad latinoamericana toma lentamente conciencia que no se encuentra ante una crisis más, de las muy repetidas que ha vivido la región en las últimas décadas, sino una de características profundas estructurales e históricas.
Prevaleció inicialmente la evaluación que tanto las características generales como las medidas de «salvataje» deberían estar centradas esencialmente nuevamente en el muy criticado auxilio al sistema financiero con mayor expansión monetaria , compra de títulos o acciones por bancos centrales y el crecimiento de la deuda pública, y no en la intervención estatal directa, en forma similar como reiteradamente se observó en últimas crisis.
En solo el recorrido de pocos meses desde marzo 2020 – cuando se generalizó la emergencia-, a medida que tanto los datos de la rápida caída de actividad como la de desestructuración de los mercados y del empleo pasaron a percibirse abruptamente, se impuso de hecho ante la emergencia un masivo intervencionismo estatal directo urgente para evitar un colapso inmediato mayor, aunque suponiéndolo en general solo circunstancial y de corto plazo[3].
Por lo pronto, resulta evidente que la crisis refirió un cuadro excepcional por ser tanto de oferta como de demanda. La caída de la producción, por ende de la oferta, se extendió rápidamente debido al cierre o la reducción de laboral antes las medidas de cierre preventivo de ámbitos de contacto social masivo. Las medidas financieras – Ej: inyectar liquidez , bajar tasas de interés- no pudieron sustituir la ausencia de trabajadores que se requieren para producir .
Los efectos de la caída de actividad si bien son similares a los de los daños en una guerra, aunque, y esto es muy importante destacarlo en perspectiva, serían eventualmente de rápida recuperación, a diferencia de la destrucción bélica , si acaso se superara la pandemia de encontrarse formas de desarticular ésta en un plazo razonable ( vacuna, medicamentos efectivos o remisión natural de la enfermedad).
Por el lado de la demanda la conmoción se exacerbó también por la cuarentena obligada. Se produjo una enorme caída del requerimiento de muchos bienes y servicios y, por supuesto, cuestión que pasó a ser particularmente crítica para países periféricos como los de América Latina por su menor grado de desarrollo y contar con mecanismos compensatorios sociales públicos muy limitados, por la reducción sustancial de la capacidad de compra al no contarse con ingresos.
La falta de «demanda efectiva» pasó a ser un aspecto depresivo sustancial de la actividad económica, con el peligro envolvente que siempre acarrea la ruptura interdependiente de cadenas de producción y pagos.
No es casual asimismo que ha vuelto a rondar para los países latinoamericanos el «problema de la deuda». El derrumbe de las exportaciones por la abrupta caída de precios de principales productos regionales para el mercado mundial ( alimentos, minerales, petróleo), las menores remesas de emigrantes desde países centrales -fuente sustancial de ingresos de divisas para muchos países- el mayor proteccionismo de los mercados compradores y la fuga de capitales han desarticulado aún más las balanzas de pago.
Por lo pronto, la ilusión de dirigentes regionales que podría generarse una comprensión internacional para brindar condonaciones o alivios sustanciales a la presión de la deuda chocan con un cuadro de priorización de intereses propios y disputas geopolíticas crecientes entre países centrales que no solo impiden la coordinación de políticas monetarias y comerciales sino que marginan aún más la atención de los ahogos financieros de los países periféricos.
Más allá de referencias a la necesidad de «defender a los que menos tienen» los organismos multilaterales reiteran sus conocidas recetas de austeridad para priorizar la atención de los compromisos financieros para «volver al mundo» y no los de la producción y el trabajo[4]
En el caso particular de América Latina, la caída de la actividad económica, el aumento del desempleo y el crecimiento del desamparo y la desigualdad social ya estaban reflejándose antes de la pandemia. La crisis por COVID 19 ha implicado por lo tanto un ahondamiento de un escenario previo de frustración social e inestabilidad política que golpeó duramente a gobiernos en ejercicio.
Los déficit fiscales y las balanzas de pagos referirán en el próximo período sobre todo polémicas clave. Éstas comienzan a tener manifestaciones en tensiones y cambios del humor social, pero dada su profundidad, muchas tensiones se encuentran latentes y se profundizarán en el próximo período: quién y cómo se pagarán los costos de la crisis y cuáles pueden ser la alternativas para un desarrollo inclusivo que revierta las enormes brechas y desequilibrios productivos, sociales y ambientales.
.Con una perspectiva regional cabrá preguntarse si un marco tan crítico con tantos enormes desafíos no solo puede sino que necesitará ser afrontado en forma unida, complementaria y no confrontativa. Son enormes los desafíos comunes. El no hacerlo por falta de propuestas concretas – no solo enunciaciones declamativas- podría azuzar por el vacío peligrosamente las voces reaccionarias que alientan la exclusión regresiva poniendo al vecino como chivo expiatorio como ya atisba en la oposición a movimientos migratorios.
La historia y la realidad de América Latina deberían avalar , por el contrario, la perspectiva esperanzadora de la integración regional Ésta necesita de debates, propuestas y pasos realistas y, por supuesto, de actores con convicción de realizarlos.
Abrir inmediatamente la agenda
No resulta posible pronosticar la duración, y la magnitud de las secuelas de la crisis actual . Pero sí ya es posible prever que pondrá a América Latina ante la necesidad de tomas de posición activa en relación a cuestiones clave que ya se han puesto en evidencia ante el grado de intervención pública requerido para evitar un colapso mayor . Éstas no pueden ser dejadas libradas a la mera confianza en la «mano invisible» del mercado porque es fácilmente perceptible su enorme endeblez ante la conmoción de la crisis y los daños que ya ha provocado.
Se requieren soluciones y cambios estructurales que no repitan la secuencia de diferenciación privilegiada de un «keynesianismo de ocasión» de elites que exigen salvatajes privilegiados que ahondan la concentración económica y los abismos sociales de «los buenos negocios son míos y los malos me los debe cubrir la sociedad» para exigir posteriormente la reducción de los déficit públicos provocados con mayores ajustes regresivos. Es un ciclo perverso observado reiteradamente en la región.
Será preciso repensar y reformular estratégicamente las relaciones de América Latina con el mundo tanto por las rupturas, desequilibrios y desconexiones que está provocando la propia crisis, como para generar una sinergía de acumulación y distribución independiente y complementaria de matrices productivas diversificadas ante el desarticulación de cadenas de valor globalizadas, la malversación de recursos naturales de economías de estrecha especialización primaria extractivista.y trasnacionalizada.
Junto a ello, el cierre de mercados extrarregionales por el mayor proteccionismo en países centrales, y muy especialmente, la perversa deformación especulativa del sistema financiero globalizado, los ocultamientos y los ahogos de un endeudamiento agigantado sin correlato de en la economía real.
Por lo pronto algunas definiciones y entendimientos deberían ser inmediatos, aun por cierto considerando estados de opinión diferenciados y la existencia de gobiernos con orientaciones ideológicas evidentemente muy distintas, en temas que la crisis ha puesto objetivamente para un potencial tratamiento en común, como ser ya en forma inmediata:
La crisis que se ha desatado conmueve la sociedad y pone en prueba y cuestionamiento muchas de las ideas, y lugares comunes prevalecientes hasta el momento. Decía Raúl Prebisch: «La discusión doctrinaria, no obstante, dista mucho de haber terminado. En materia económica, la ideologías suelen seguir con retraso a los acontecimientos o bien sobrevivirles demasiado»[5].
Ante las encrucijadas de una época conmovedora se deben reverdecer nuevamente análisis y debates fundamentales.
Notas
[1] Banco Mundial-FMI ( Abril 2020). «Perspectivas de la Economía Mundial»– Washington, EE.UU.
[2] CEPAL (2020)- Informe Especial número 1 «América Latina y el Caribe ante la pandemia del COVID-19. Efectos económicos y sociales», Santiago de Chile
[3] World Bank (Junio 2020): «Global Económic Prospects» – Banco Mundial, Washington, EE.UU.
[4] Katz, Claudio (2020): «Confluencia de Virus en América Latina (2)» copia del autor, Buenos Aires, Argentina.
[5] Prebisch, Raúl (1949): «Introducción al Estudio Económico de la América Latina»- Boletín económico de América Latina, vol.VII, CEPAL, Santiago de Chile
*Profesor Titular de Economía de la Universidad de Buenos Aires. Coordinador para América Latina del Observatorio Internacional de la Deuda, investigador del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso). Vicepresidente de la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)