Como los jóvenes de emancipación tardía, aquellos que pasados los 30 aún viven en casa de sus papás, el Mercosur cumple ya 3 décadas y aún le cuesta dar sus primeros pasos. Al menos en materia económica, no ha logrado sus principales objetivos.
En primer lugar, no ha crecido la proporción del comercio intrazona. El Mercosur tiene la proporción más baja de comercio entre los países del bloque de todos los acuerdos comerciales existentes en el planeta y la situación no ha cambiado en todos estos años. Apenas entre el 12 % y 15 % del comercio se genera entre países del Mercosur y el resto es comercio con el resto del mundo. Esta es una mala noticia, porque es un reflejo de nuestra estructura productiva y exportadora extractiva. Seguimos vendiendo materias primas al resto del mundo, en parte porque no comenzamos a comerciar entre nosotros bienes manufacturados.
Y ese es el segundo objetivo incumplido: no ha crecido lo suficiente la proporción del comercio intraindustrial, es decir, el comercio de bienes del mismo rubro industrial. Las economías altamente integradas, como las asiáticas y europeas, tienen porcentajes muy altos de comercio intraindustrial. Si Argentina le exportara herramientas o heladeras a Uruguay e importara herramientas y heladeras de Uruguay, tendríamos una economía más diversificada, más manufacturera. El primer paso para producir manufacturas competitivas en el mercado internacional es poder abastecer el mercado interno del Mercosur y esto no se ha logrado. La unión aduanera y el arancel externo común no fue un incentivo suficiente para estimular ni la inversión doméstica ni las inversiones externas en las manufacturas que permitieran cambiar la matriz productiva de la región, y por eso no hubo un crecimiento del comercio intrazona ni intraindustrial. Por el contrario, el gran cambio observado entre la actualidad y los inicios es la pérdida de vinculación comercial del Mercosur con EE. UU., que actualmente ha bajado al tercer lugar después del Europa y de China, que lideran por lejos nuestro comercio internacional. Parece que nuestras economías son más complementarias con China de lo que eran con EE. UU., que también era un gran exportador de recursos naturales. Es más similar a la vinculación comercial que Argentina tuvo por décadas con el Reino Unido hasta que terminó la Segunda Guerra Mundial. El gran riesgo es que se profundice la especialización primaria de nuestra economía.
¿Esto significa que hay que dejar de nutrir al bebé Mercosur porque aún no sabe caminar o porque será difícil que lo haga? Todo lo contrario. El Mercosur fue una muy buena iniciativa nacida en tiempos incorrectos. Era imposible que este acuerdo comercial sirviera para nuestro desarrollo en los tiempos hegemónicos de la globalización neoliberal. Ahora que este marco está siendo desafiado y las hegemonías geopolíticas redefiniéndose, se abrirán oportunidades y tendremos el bebé listo para salir a caminar.