Desde hace algunas semanas el tono de la política en Venezuela cambió. Los dos polos más enfrentados, el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición de Juan Guaidó están hablando de posibilidad de algún tipo de acuerdo, con vistas a las elecciones de gobernadores y alcaldes del próximo 21 de noviembre.
Por ahora, en público ambos están midiendo fuerzas a nivel discursivo; pero en privado, se sabe que hay reuniones, algunas mediadas por el gobierno de Noruega, que ya viene participando en intentos de diálogo y hay incluso señales de que podría incorporarse también México, con un rol más activo de mediación.
Esto sucede mientras el proyecto destituyente ideado en Estados Unidos y personificado por Guaidó ya parece haber fracasado definitivamente. Aquella muletilla de “el presidente encargado respaldado por unos 60 países”, que tanto trajinaron medios hegemónicos, se esfumó. El supuesto poder dual que tanto se cacareó, desapareció. Recibió su golpe de gracia cuando 53 países le retiraron el apoyo, eso sí, silenciosamente.
Como dice la socióloga Maryclén Stelling, es una “estocada del silencio” que ocasiona profundos efectos en la oposición, que, colocada en desventaja, se ve obligada a reestructurarse y, además, a replantear tanto la estrategia como el equipo negociador
Y, mientras tanto, en la Casa Blanca hay un repliegue discursivo, se habla menos de Venezuela y desapareció el coqueteo con un intervención militar al que recurrió varias veces Donald Trump y sus halcones… pero no se cambia la política. El bloqueo, las sanciones unilaterales de los Estados Unidos se mantienen, y también el manejo de los incautados recursos de Venezuela en el exterior. Estos dos puntos resultaron ser los únicos efectivos, porque son los que se impusieron desde afuera, sin importar la correlación de fuerzas interna.
Tampoco hay cambios en la presencia de la petrolera estadounidense Chevron en Venezuela. El gobierno de Joe Biden decidió mantener las condiciones de Chevron y otras cuatro empresas estadounidenses del área de servicios, en los mismos términos del cuatrienio de Donald Trump.
Es decir, hay una repliegue en lo que salió mal, pero se mantiene lo que tuvo éxito en la presión contra el gobierno de Nicolás Maduro, o lo que, de cambiar, implicaría otras consecuencias, como la situación de Chevron. En definitiva, lo que los analistas llamarían un repliegue táctico, en un objetivo que de cualquier manera sigue siendo indudable: la reinserción de Venezuela en la esfera geoestratégica de los Estados Unidos.
Un objetivo codiciado, justo cuando “enemigos” de la Casa Blanca, como Rusia y China se despliegan en la región como su diplomacia de vacunas, y comienzan a resolver, con una provisión más importante, la vacunación masiva del gobierno venezolano, justo cuando la demora comparativa en los planes de vacunación amenazaban con convertirse en un problema para el gobierno de Nicolás Maduro.
Obviamente, un proceso de negociación entre el gobierno venezolano y las distintas versiones de la oposición, es un camino nada fácil de transitar, lleno de obstáculos, dilemas y desafíos a nivel nacional por un lado, y las condicionantes geopolíticas que incluyen un influyente tercer factor externo, con sus propios intereses, prioridades, que intenta marcar la ruta de la eventual negociación.
Aún no hay definiciones ni sobre la ruta ni los participantes, pero lo que es indudable es que el proceso de diálogo-negociación enfrentará avances y también retrocesos, donde no solo juegan los partidos o agrupaciones nacionales, sino también poderes externos, en especial Estados Unidos y sus socios de la Unión Europea, y los medios trasnacionales de comunicación y desinformación.
El presidente Nicolás Maduro afirmó que “es un gran logro nuestro” que la oposición extremista aceptara el diálogo a través de Noruega. Destaca que se reunió 15 veces con los representantes noruegos “y por fin logramos que se sentaran todos”. En el otro lado, una oposición fracturada, sin una estrategia y liderazgo claro, intentan mostrar un diálogo como triunfo de sus políticas obstruccionistas y también subversivas.
Crecido, aprovecha el viento a favor para exigir que EEUU y Europa levanten inmediatamente las sanciones, que se respeten la Constitución y los cinco poderes legítimos y constitucionales; la devolución inmediata de cuentas bancarias y todo el dinero secuestrado en EEUU y Europa, además de los incautados activos de las empresas estatales Citgo y Monómeros.
Luego agregó una cuarta condición para sentarse a negociar con la oposición: que todas las reuniones del diálogo sean públicas, con cámaras y periodistas.