Las protestas en América Latina vuelven a encenderse y, pese a las diferentes peculiaridades de cada país, el descontento con la clase política se ha convertido en el problema en común que motiva a millones de personas a manifestarse en las calles. Marco Enríquez Ominami, fundador del Grupo de Puebla, analiza el contexto de las últimas marchas en Perú y su similitud con Chile.
Además, en un momento en que en nuestro país se debate la viabilidad de una nueva constitución, el también militante del Partido Progresista chileno comenta cuál es el momento preciso en el cual las sociedades deben apuntar a una reforma constituyente, pero desde la experiencia del país vecino.
¿Cómo calificas lo acontecido en Perú desde la vacancia de Vizcarra hasta la caída del régimen de Merino?
A mí no me parece grave que caigan los gobiernos, me parece grave que caigan los presidentes electos democráticamente. La crisis no es una excepción, es una norma, y creo que la democracia es apenas un mecanismo para abordar las crisis y problemas de América Latina y el Caribe.
Tenemos una crisis de democracia y de ‘democracia económica’ en Chile, en Ecuador, en Bolivia, en Perú y en tantos países más. Lo que se ha visto es una crisis de convivencia producto de promesas económicas que se hicieron durante décadas y no se cumplieron, no solamente en materia de ingreso (económico), sino en materia de justicia social.
¿Crees que hay un mismo ADN en las protestas en Chile, Perú, Ecuador y Bolivia?
Sí, hay una crisis de las élites. Hay una suerte de ‘ellos y nosotros’. Las élites son ellos y nosotros un pueblo crítico con una demanda de cambio que es mucho más aguda que hace 10 años.
¿Quiénes representan esas élites?
Todos los que han concurrido a un consenso entre élites económicas y líderes políticos. Este consenso es el que hoy día tumba gobiernos. Este consenso, hoy en día, ya no es valorado. Si antes eran tolerados, hoy ya no lo son.
¿Cómo debería ser canalizada la insatisfacción popular?
El malestar es legítimo, está justificado y es fundado. Es completamente racional esta emoción social. Esta rabia no es creada ni manipulada. El problema es la finalidad, no el objetivo.
El caso de Bolivia se resolvió por la restauración democrática. Luis Arce fue una restauración democrática, creo que en Ecuador también habrá una restauración democrática. Creo que solo en el caso de Chile y de Perú es más complejo porque no hay una crisis democrática, sino una crisis institucional. En materia de derechos humanos, como en el caso de mi país, hay una crisis de desigualdad y de pobreza, pero esta crisis institucional se va resolviendo por la vía de la protesta social.
¿Cuál es la similitud entre las protestas en Chile y las que se dieron en Perú?
Me da la impresión de que el sistema de su país está en crisis como el chileno, que hay un sentimiento popular de ‘que se vayan todos’, algo así como el que ocurrió en Argentina en 2002.
Además, creo que el sistema peruano es un semipresidencialismo curioso, ya que es más elástico y menos rígido que la ‘monarquía napoleónica y borbónica’ chilena. Chile no tiene vicepresidente, no tiene primer ministro, plebiscito, referéndum revocatorio y no elige a sus representantes regionales. En el caso de Chile, yo creo que explotó porque buena parte de la mayoría de la sociedad sintió que era inelástico el sistema. Era rígido.
¿Hay algunos puntos específicos qué destacar?
¿Crees que es momento de hacer reformas constitucionales en América Latina?
Sí. América Latina es el continente más atrasado y más rezagado del planeta. Dejamos de ser protagonistas y somos testigos del desarrollo del planeta. Somos el continente más golpeado económicamente y sanitariamente del mundo. Es la región que antes era estudiada como ejemplo y hoy no hace parte del debate.
Yo creo que la manera de tratar esto es con una gran capacidad de cambio, cambios muy sustantivos a las reglas económicas, a las reglas de convivencia. A mi juicio, los procesos constituyentes son un camino o una alternativa.
¿Perú debería hacerlo?
No me animaría a recomendarle eso a Perú porque no soy peruano. Sin embargo, acá en Chile, el 80 % de los chilenos quisimos un cambio.
¿Cuándo es el momento de hacer una reforma constituyente?
Cuando un pueblo ya no reconoce el contrato social, cuando desconoce a sus instituciones, cuando ya no admite las reglas de convivencia, las reglas entre el estado y el mercado, las reglas democráticas, cuando como en Chile, los partidos políticos tienen una confianza del 2 %, el presidente de la República llegó a tener 6 % de popularidad y el Congreso un rechazo del 90 %. Cuando los poderes del Estado pierden la confianza, es momento de una reforma constituyente.
¿Quiénes deben liderar el proceso constituyente de un país?
Los problemas de la democracia se resuelven con más democracia. De momento, la democracia suprema, de la legitimidad suprema, es la constituyente, donde rediscutes las reglas de convivencia. Eso, en sí mismo, pone a un pueblo organizado en una dinámica completamente distinta, porque va a ser responsable de su destino a 30 o 40 años, no en políticas públicas de 4 o 5 años. Eso le da un mayor nivel al debate.
Los pueblos son extremadamente más responsables cuando están convocados a procesos constituyentes. Las constituyentes en general han sido procesos exitosos para acordar reglas fundamentales. Duran décadas, por ello me parecen que poniéndose en esa condición cambian el nivel del debate.