La sucinta retransmisión en Palacio Nacional durante la mañanera del día 7 del telemontaje que realizó el Canal 2 de Televisa (Primero Noticias) en diciembre de 2005 sobre la detención de los presuntos secuestradores Israel Vallarta –todavía en prisión y sin sentencia– y Florence Cassez –liberada por faltas al debido proceso–, motiva reflexiones interesantes, afanes primitivos para que Carlos Loret de Mola se victimice como adalid de la libertad de expresión y sus fans le hagan segunda porque juran y perjuran que “no estaba enterado” la estrella de Latinus, junto con el misógino Brozo, y de la oposición que encabeza el magnate y evasor fiscal Claudio X. González.
A esta altura de la película vista por millones de televidentes, poca importancia tiene el papel desempeñado por Loret de Mola III, en una de las simulaciones padecidas por las audiencias. Otra famosa es la de la niña Frida Sofía en el colegio Rébsamen de la Ciudad de México, en septiembre 19 de hace cuatro años. El nieto de don Carlos, periodista serio y profesional, sólo fue el eslabón más visible de la operación mediática que catapultó al jefe policiaco Genaro García Luna, al servicio de la corrupta pareja Vicente Fox-Marta Sahagún, para que con Felipe Calderón ocupara la poderosa y podrida Secretaría de Seguridad Pública. Para terminar en una cárcel estadunidense por sus alianzas con el narcotráfico.
Lo importante, como lo apuntó Ricardo Raphael el miércoles 8 en Aristegui Noticias, es el entramado de intereses, vínculos y complicidades que existía y según él aún existen entre Televisa, Azteca y el Estado. Es más exacto hablar del gobierno, pues en ninguna acepción del concepto resulta certero implicar al Estado.
Desmontar las vinculaciones legales y extralegales entre el gobierno y los corporativos mediáticos vinculados a inversiones y negocios ajenos al periodismo, como la distribución y especulación con medicinas, como lo denunció sólo una ocasión el presidente Andrés Manuel, es el camino más consistente para acotar a una mediocracia económicamente insaciable y dispuesta a negociar sus servicios con el mejor postor. Debido a que en lo esencial son empresarios que forman parte del gran capital y éste, como es sabido, no tiene patria.
También es una vía compleja y riesgosa por su poderío y las alianzas globales. Cierto es que mientras los magnates mediáticos nacionales y extranjeros mantengan el dominio de la información y el comentario, la propaganda y las llamadas fake news, los gobiernos progresistas no tendrán futuro cierto en el subcontinente ni en la aldea.
Frente a lo anterior resulta anecdótico si López Obrador buscaba un distractor frente al señor vacunado en primera instancia con aire; pero atribuirle que lo redujo a un montaje, como asegura Gabriel Reyes Orona y el mismo Ricardo Rafael es tergiversar porque no negó la posible existencia de un error humano.
El recurso de los distractores y cortinas de humo son tan manoseados en el debate que dicen poco. Y en éste es notable la incapacidad de analistas para refutar lo que dijo AMLO y no lo que ellos dicen que escucharon. La polémica pierde y gana el monólogo que aún en tiempos de campaña electoral y por ello de polarización política que sorprende a los expertos, es indispensable.
No basta la propaganda saturada de mentiras, como lo recomienda Carlos Alazraki, el mismo que llevó a Arturo Montiel a la gubernatura del estado de México con “Las ratas no tienen derechos humanos”.
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