Ernesto Samper, expresidente de Colombia (1994-1998) y último secretario general de Unasur (2013-2017), es uno de los principales referentes del Grupo de Puebla, el bloque progresista iberoamericano que cumple un año este viernes.
El espacio fue fundado por más de 40 líderes progresistas entre los que se encuentran además el presidente Alberto Fernández, la expresidenta Dilma Rousseff, los expresidentes Luiz Inácio Lula da Silva, José «Pepe» Mujica, Rafael Correa y Evo Morales, los excancilleres Celso Amorim y David Choquehuanca, los exministros Fernando Haddad y Aloizio Mercadante y el excandidato presidencial Marco Enríquez-Ominami.
De cara a la reunión en la que el grupo debatirá la «Agenda progresista para superar la crisis de la pandemia covid-19», Samper enumera en diálogo con Página/12 los principales logros del bloque regional, y se encarga de remarcar que se trata de un grupo de «pensamiento y acción». Frente al coronavirus, propone salidas urgentes como la vacuna pública y gratuita y una profunda reforma tributaria, y desmenuza a los gobiernos de derecha que llegaron al poder gracias a la «inercia del cambio». A sus 69 años, el exmandatario tampoco ahorra críticas al gobierno del presidente Donald Trump, el más agresivo contra América latina.
– ¿Qué balance realiza a un año de la fundación del Grupo de Puebla?
– El Grupo de Puebla ha venido a llenar un vacío que existía en la región respecto a la expresión colectiva de un pensamiento progresista. Pusimos en marcha una serie de iniciativas concretas, por ejemplo, la creación de la Comisión para la Defensa de la Justicia y la Democracia (CLAJUD), integrada por más de 50 magistrados de América latina, España y el resto de Europa que se ha venido pronunciando de manera sistemática contra esta infortunada costumbre del lawfare, que es la utilización de la justicia para obtener resultados políticos.
Desde la CLAJUD hemos participado en la liberación del presidente Lula, en la defensa de los derechos del expresidente Rafael Correa y sus exfuncionarios que están siendo perseguidos, y más recientemente en denunciar un golpe de Estado en Bolivia y la participación vergonzosa de la OEA legitimando un fraude que nunca existió. Estos son ejemplos concretos de que el Grupo de Puebla no es simplemente un grupo de activismo digital para hacer declaraciones, sino que es un grupo de pensamiento y acción.
– ¿Y qué nos puede anticipar de la reunión de este viernes?
– Uno de los temas de fondo que vamos a tratar como parte de nuestra agenda progresista para la pandemia es el tributario. Vamos a proponer de la mano de una comisión independiente donde figuran referencias mundiales, como el profesor Joseph Stiglitz, que se establezcan una serie de impuestos globales.
Por mencionar solamente un caso, queremos que las grandes compañías digitales y las trasnacionales farmacéuticas que se han enriquecido con la pandemia devuelvan a través de un impuesto parte de las utilidades que han conseguido a cuenta de esta tragedia global que es la covid-19.
– Jair Bolsonaro en Brasil, Sebastián Piñera en Chile, Luis Lacalle Pou en Uruguay. ¿Cómo se explica que estas expresiones de la derecha tengan tanto éxito en la región? ¿Qué falló desde el campo popular?
– Realmente estos gobiernos llegaron por la inercia del cambio. En una democracia, la gente siempre busca que haya un cambio pensando que en ese cambio va a obtener mejores condiciones. Los gobiernos progresistas que existieron en toda la región llevaron varios años, y estuvieron inmersos en medio de una crisis económica como la que se vivió a comienzos del 2014.
Esto se suma al destape de todos estos casos de corrupción en los cuales son expertos los partidos de derecha, casos que nunca los comprometen a ellos por supuesto. Todo sumado además al avance en la región de los poderes fácticos, que son unos nuevos actores que están haciendo política sin responsabilidad política, como grandes grupos comunicacionales, jueces y fiscales convertidos en protagonistas mediáticos.
– Parte de esa derecha reaccionaria la estamos viendo en Bolivia con la persecución judicial a Evo Morales. ¿Qué cree que puede terminar sucediendo allí?
– Desde el momento en que el gobierno de facto utilizando un supuesto fraude que nunca existió, desconoció la legitimidad del presidente Evo Morales, se rompió el hilo de la continuidad democrática en Bolivia.
En este momento esa continuidad está suspendida y estamos viendo cómo cierto tipo de determinaciones autoritarias están buscando consumar esta situación de ruptura para producir realmente la desaparición de la fuerza democrática que representa hoy Morales, al cual de una manera absolutamente inédita por el hecho de llamar a la movilización social de sus huestes en contra de estas situaciones fácticas, lo están acusando de terrorismo. Algo que no prosperaría en ningún país democrático donde existiera un sistema de normatividad y una justicia independiente.
– Lo llevo a la cuestión del coronavirus. La respuesta a la crisis suele ser planteada en términos de economía versus salud. ¿Qué piensa de esa dicotomía?
– Realmente puede terminar siendo especialmente en América latina un falso dilema. Yo entiendo que en países que tienen un alto grado de formalidad en el cual se reúnen los sindicatos, los empresarios y los gobiernos para hacer pactos sociales, esta disyuntiva puede ser bastante clara.
Si se salvan las vidas o se salva la economía. Pero en unas economías como las emergentes de América latina, que tienen una presencia del sector informal superior al 56 por ciento, si no existen mecanismos expeditos como el que está proponiendo el Grupo de Puebla a través de la renta básica focalizada como una manera de sostener el aislamiento, sencillamente el dilema termina siendo de vida o vida, no de vida o economía.
– Desde el Grupo Parlamentario surgido de Puebla, plantearon la idea de que la potencial vacuna para la covid-19 fuera pública y gratuita.
– El hecho de que el señor Trump esta semana haya comprado medio millón de vacunas anticipadamente a un laboratorio prueba que aquí hay claramente dos enfoques: el comercial que es el que anima a personajes siniestros como el señor Trump o el señor Bolsonaro junto a algunos países europeos, y el enfoque que podríamos llamar multilateral, un enfoque social que anima a la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Hace unos pocos días Bill Gates dijo que estaría dispuesto a financiar una alianza de todos los laboratorios bajo la sombrilla de la Organización Mundial de la Salud (OMS), si éstos se avinieran a que cualquiera fuera el laboratorio que encontrara una vacuna viable aceptara que esta vacuna se considerara como un bien universal de libre acceso para todos los países. No se pueden hacer negocios con la vida de la gente.
– ¿Cree que la gestión de la pandemia del presidente Trump, sumado a las masivas movilizaciones contra el racismo, pueden atentar contra sus chances de reelección?
– Aquí se me revuelve el creer con el querer. No ha habido una política exterior de Estados Unidos más agresiva contra América latina que la que ha desarrollado Trump expulsando migrantes, separándose del cumplimiento de los acuerdos de cambio climático, subiendo aranceles, ordenando despliegues de operaciones militares en Colombia y el Caribe, simplemente para convertir en una salida militar problemas como el de Venezuela. No tenemos nada que deberle al señor Trump en materia de progreso y justicia social de América latina.