Renata Mielli: “Podría venir algo peor si sacaran a Bolsonaro de la presidencia”
Pressenza
Lunes, Abril 13, 2020
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Hoy, 9 de abril, el alcalde de Rio de Janeiro Marcelo Crivella declaró estado de calamidad pública en Río de Janeiro. Ayer,  Alexandre de Moraes, juez del Supremo Tribunal Federal de Brasil (STF), ordenó al Poder Ejecutivo abstenerse de anular decisiones de gobiernos regionales o municipales que adoptaron “eficaces medidas restrictivas” a la circulación de personas para reducir el número de infectados y de muertos por la epidemia de coronavirus​.

¿Qué ha hecho Bolsonaro para que un juez bloquee cualquier intento de levantar la cuarentena? ¿Cuáles son las tensiones políticas y los poderes en juego en el contexto del COVID 19 en Brasil? Para ayudarnos a comprender… tenemos con nosotros a Renata Mielli, periodista y coordinadora general del Foro Nacional por la Democratización de la Comunicación. 

Danos una actualización de la situación en Brasil a día de hoy. ¿En qué están?

Estamos en esa disputa política que se estableció alrededor de dos narrativas, de dos discursos en torno de la pandemia del coronavirus. Un discurso, que es el proferido por el presidente Jair Bolsonaro y por los seguidores de su base política e ideológica, que dice “no es tan grave”, “una parte de las personas van a morir, otra se va a enfermar, pero es solo un resfriado”, “es una cosa que no exige tanta preocupación”, “tiene que seguir la vida porque el impacto en la economía y en la vida de las personas será mucho mayor y peor si nos quedamos todos en aislamiento social, tal cual es la orientación de las autoridades sanitarias”. Esta es la visión del gobierno federal, de parte del gobierno federal, de los aliados de Bolsonaro. Pero hay otra visión que está en disputa acá en Brasil, que es la visión de la gravedad de la situación sanitaria, de las dificultades del sistema de salud de atender a toda la demanda de los infectados por el coronavirus y que entonces es necesario que hagamos aislamiento social para bajar el crecimiento del contagio.

Entonces, están esos dos discursos y hay una disputa política en torno a estas dos posiciones. Eso es lo que está pasando y es una disputa que se da, incluso, en el interior del gobierno, porque el ministro de Salud, por suerte nuestra, porque estamos en una situación tan desesperante en el aspecto político en Brasil, el ministro es de los mejores, de los más sencillos, no es una persona tan vinculada al gurú Olavo de Carvalho, locuras que dicen desde este sector más ideológico. El ministro de Salud está enfrentando esto, el presidente desea exonerarlo, cambiarlo, pero la opinión pública no lo permite.

Justamente eso te iba a preguntar. Primero el ministro renunció, después parece que Bolsonaro tuvo que, prácticamente, retenerlo, ¿lo que jugó ahí fue la opinión pública, fueron los militares, qué fue lo que pasó ahí?

Es un poco de cada cosa. Yo pienso que la opinión pública fue muy decisiva porque hoy el ministro de Salud es la principal persona en este contexto político y el apoyo a Bolsonaro en Brasil tiene algunas bases de sustentación y entre esas bases hay un seguimiento económico, pero es un sector que no se deja llevar por las locuras de Bolsonaro e intenta poner límites. Esa disputa ocurre dentro del gobierno y los militares que también tienen internamente una división, no tienen un pensamiento único los militares que participan del gobierno, una parte importante de las autoridades militares que participan del gobierno que también intentan poner límites a Bolsonaro. El presidente no tiene fuerza política para cambiar el ministro.

Hay quienes dicen que Bolsonaro ya no gobierna, pero yo no pienso así. Tiene fuerza en las encuestas que se realizaron recientemente y en lo que publican los medios se muestra que continúa teniendo como 25, 30 % de apoyo, no está muerto. Pero no tiene bases políticas suficientes en el Congreso para hacer una cosa de estas. Los gobernadores de los Estados, son las autoridades públicas que están tomando las iniciativas para bajar el crecimiento del contagio del corona. Y los gobernadores tienen rota la conexión con el presidente y dan apoyo al ministro. Es una situación muy particular porque estamos como a la deriva, en la perspectiva de un gobierno que centralice un gabinete de crisis para enfrentar una situación que ya está fuera de control.

El escenario es un Bolsonaro que está debilitado pero que sigue contando con un respaldo popular todavía significativo, a pesar de eso las fuerzas que lo rodean, lo frenan en esa narrativa de quitarle importancia a la situación y priorizar la producción y la cuestión económica y en un momento donde los gobiernos locales de los distintos Estados y de las ciudades toman posición y toman medidas frente a la inoperancia del gabinete y del Poder Ejecutivo en su conjunto, digamos que se salva el ministro de Salud, en síntesis.

Sí, así es. Hay un sector importante de la producción y de la economía que, a pesar de públicamente desacordar con la posición de Bolsonaro de que tiene que volver todo a la normalidad, también está muy preocupado por el problema económico, porque ya vivíamos el inicio de una recesión en Brasil. Entonces, es todo muy nuevo, una situación muy nueva para todos. Hay, efectivamente, los problemas económicos, pero no se van a resolver los problemas económicos haciendo vida normal, porque después la situación va a empeorar.

Renata, recién dijiste y quizás toda la gente que nos esté escuchando no está tan al tanto de por qué lo dijiste. Hablabas de que hay quiénes dicen que Bolsonaro ya no gobierna. Es como una opinión que está ligada al ascenso o nombramiento del general Braga Netto, de ocupar un cargo civil. Hay una fuerte tensión dentro del gobierno y dentro de las fuerzas militares, donde los generales van para un lado y los suboficiales y la mayoría de los soldados van por otro. ¿Cómo es que surge ese ruido de golpe de estado en Brasil que tiene tanta fuerza todavía?

Mariano, muy interesante, porque no hay exactamente un análisis consensuado acerca de esta coyuntura. Porque sí, por un lado Bolsonaro ya no gobierna más, por otro mantiene su autoridad y tiene parte de la estructura del Estado en sintonía con sus posicionamientos. La pregunta es si podemos tener un golpe dentro del golpe, podemos tener una situación donde Bolsonaro deba “pagar, para ver”. Es como un animal que está acorralado, Bolsonaro es exactamente así, un animal acorralado. No tiene tanta fuerza política, pero si percibe que puede perder su condición de presidente, puede “pagar, para ver” y tiene una parte de las Fuerzas Armadas y tiene una parte de las milicias que no nos podemos desentender. Hay una milicia armada que da sustentación al gobierno de Bolsonaro, entonces es muy peligroso. Yo lo que pienso que va a pasar en Brasil, mi opinión y de una parte de las personas que están analizando la coyuntura es que lo mejor que puede pasar es que dejen a Bolsonaro quieto en su lugar y eso ya es un problema, porque como jefe de estado hablando las cosa que habla y haciendo las cosas que hace es un problema, pero intentar otra situación ahora para cambiar la presidencia, sea por un proceso parlamentario de impeachment o por otro procedimiento traería mucha inestabilización, no sabemos en ese escenario lo que podría pasar. Es muy delicada la situación porque no necesariamente la salida de Bolsonaro ahora, significa que iremos por un camino mejor, podemos ir a algo peor. Después no sé qué puede pasar.

Hay una forma de explicar esto que utilizan los militares que es el escenario de la “Reina loca”, que dice que como la reina no está en sus cabales, no gobierna, pero sigue al frente, porque si no se descompone toda la autoridad.

Renata, una última pregunta. Me da vueltas en este escenario de tensiones, todo lo que nos has contado y, en medio, de este drama humano que significa el COVID-19, ¿qué tanto terreno han ganado los discursos fundamentalistas, los evangélicos en el Congreso brasileño y tal, ha ganado peso, no, están de bajo perfil, cómo está ese movimiento tan peligroso?

A mí me parece, es una evaluación sin datos empíricos, pero me parece que la división político-ideológica que se estableció en Brasil desde la elección de Bolsonaro ha cambiado muy poco. Porque el fundamentalismo religioso que está en la base de sustentación de Bolsonaro, el pensamiento fascista-conservador que defiende la vuelta de la dictadura, el gobierno militar, este seguimiento de la sociedad brasileña que hoy representa en torno del 20, 25 %, permanece el mismo, no cambiaron ni para más, ni para menos. Pero lo que hace Bolsonaro con su discurso es mantener esta base, esa es la lógica de su gobierno. Por eso que no cambia. ¿Dónde podemos percibir cambios? En los seguimientos del centro, los que optaron por Bolsonaro en la elección porque se dejó llevar por el discurso de que el PT instaló la mayor corrupción en la historia de Brasil, pero que no eran, exactamente, sectores conservadores, reaccionarios o fundamentalistas. Hay un despliegue, hay un cambio en esos sectores medios que comienzan a ver que todo lo que decía Bolsonaro no era solamente retórica, que era una visión del mundo, una visión de la política. Pero el seguimiento más conservador no cambió, hoy un pastor de esas iglesias que dan apoyo a Bolsonaro que dice que tenemos que volver a la vida normal, tenemos que salir del aislamiento social, que esas personas que van a morir por esto es una decisión de Dios, un sacrificio para Dios. Esto permanece bloqueado, Bolsonaro hace su discurso para mantener ese seguimiento, que es el piso del 25 % para garantizarle un ingreso en el segundo turno de las elecciones presidenciales. ¿Hasta qué punto Bolsonaro no gobierna?, esa es la pregunta. Porque no hay una amplia unidad en los sectores democráticos, populares, alrededor de otro nombre que pueda hacer frente a Bolsonaro. Con 30 % del electorado Bolsonaro está en la segunda vuelta de las presidenciales, esa es su lógica y su estrategia.

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