En agosto de 2019 la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) apuntó que los países latinoamericanos deben preocuparse por el medio ambiente, además del crecimiento económico, el combate a la desigualdad y el aumento en la productividad. La propuesta de un modelo de crecimiento ecológico debe tener en cuenta la estructura del sector energético de los países latinoamericanos. El sector energético es de suma importancia para el crecimiento económico por ser una de las fuentes motrices de la actividad económica. De este modo, cuando se habla de “crecimiento sostenible”, como lo llama CEPAL, se debe tomar en cuenta que la energía utilizada para la actividad económica sea de origen ecológico.
En América Latina, del total de producción energética la proporción dirigida a la exportación representa más de la mitad para estos países: Ecuador con 70% (petróleo crudo), Venezuela con 66% (petróleo crudo), Bolivia con 65% (gas natural), Trinidad y Tobago con 58% (derivados del petróleo) y Paraguay con 51% (electricidad producida con hidroenergía). En general, dichas energías no renovables exportadas son consideradas como sucias por el alto grado de afectación al medio ambiente y su carácter no renovable. La extracción del petróleo y del gas natural provoca contaminación de los ecosistemas y emisión de gases de efecto invernadero, que contribuye al calentamiento global.
La dinámica exportadora de energías sucias se presenta en toda América Latina. El petróleo crudo exportado por Colombia, México, Guatemala, Honduras y Jamaica; y el gas natural especialmente peruano, son las principales fuentes de energía exportadas en esta región. A excepción de Colombia y Venezuela, los países exportadores de petróleo no tienen la capacidad productiva para la refinación del crudo. Esto condiciona a los exportadores de petróleo a importar derivados petroleros para su consumo final.
En cuanto las importaciones, 13 de los 21 países latinoamericanos revisados importan más de la mitad del consumo final energético. La mayor parte de las importaciones de estos países son productos derivados del petróleo para la generación de electricidad o para el consumo en transporte. La segunda fuente de energía más importada es el gas natural para la generación de electricidad o para licuarlo y revenderlo con mayor valor agregado, como el caso peruano.
Brasil, Bolivia, Colombia, Venezuela y Argentina son los únicos países que gozan de soberanía energética. Producen internamente lo suficiente para satisfacer su demanda, incluso cuentan con producción excedente dirigida a exportaciones, y a su vez, el porcentaje del consumo de origen extranjero está por debajo del 30%. En su mayoría, las importaciones brasileñas y argentinas corresponden a gas natural de Bolivia, para la generación de energía eléctrica, y electricidad de Uruguay. Resaltan, igualmente, los casos de República Dominicana, Jamaica y Panamá por su porcentaje de importaciones del consumo final mayor a cien. Esto se explica porque en estas economías una gran parte de la importación de combustibles se queda en los buques para el comercio internacional, por lo que nunca entran a ser parte del consumo interno.
Los principales socios por país y su participación de petróleo refinado importado respecto al total de dicho producto presentan un denominador común en casi todas las economías latinoamericanas. El socio predominante, en 19 de los 21 países, es EEUU; de los cuales 11 cuentan con un tratado de libre comercio . Esta lógica condiciona la dinámica económica de la región, por la concentración del mercado petrolero y de refinación estadounidense, por la volatilidad del precio del petróleo y la caída de la productividad en este sector desde el 2014 con un crecimiento anual negativo.
Frente al nuevo impulso de la economía verde de la CEPAL, cabe enfatizar que 15 países de América Latina consumen menos del 30% de energías verdes respecto el total. Estos utilizan biomasa como fuente de energía, principalmente leña; que a través de un proceso de quema se obtiene energía eléctrica o calorífica. Este proceso no está exento de emitir gases de efecto invernadero. Aun son muy pocos los proyectos de energías verdes existentes: el parque solar en Jujuy, Argentina o los parques eólicos en Oaxaca, México. En la estructura de producción y consumo energético de Latinoamérica todavía son predominantes las energías sucias.
La propuesta de la CEPAL de crecer de manera sostenible no puede ignorar la situación del sector energético en Latinoamérica basado en exportar petróleo y gas natural, importar derivados del petróleo y consumir, en su mayoría, energía sucia importada de EEUU. Es un sector dependiente al exterior y nada ecológico. Incluso la electricidad generada con energía hidráulica no es necesariamente energía verde, aunque no emite contaminantes, sí afecta a los ecosistemas acuáticos a largo plazo. Las iniciativas de transitar hacia una economía sostenible como la emisión de bonos verdes o las propuestas de la COP21 promueven la generación de energías verdes para los países latinoamericanos, pero los avances son muy lentos cuando el problema no está en el futuro, sino en el presente. Todo indica que China está acumulando tecnología solar propia que es la que más crece en términos de capacidad instalada de energía solar. En esto se distingue de EEUU que está aferrado a la exportación de gasolina refinada y de vehículos a gasolina. América latina aun no toma en serio las energías limpias, que quizás lleguen de la mano de China, más pronto que tarde.
Oscar Ugarteche Investigador titular IIEc-UNAM, SNI-Conacyt, Coordinador del obela.org
Carlos de León Facultad de Economía, miembro del obela.org
Fuente: Observatorio Económico Latinoamericano, OBELA, Instituto de Investigaciones Económicas, UNAM