Se ha conocido el documento final del Congreso Mundial “La dignidad del menor en el mundo digital”, promovido y organizado por el Centro de Protección Infantil de la Universidad Gregoriana de Roma. El evento reunió a expertos, académicos, dirigentes, líderes civiles, políticos y representantes religiosos procedentes de todo el mundo, con el propósito de profundizar sobre la protección de los menores en la red, quienes, a menudo, son víctimas de ciberacoso y molestias sexuales de varios tipos. La situación es muy grave porque, como se sabe, los niños y niñas representan más de la cuarta parte de los más de tres mil millones de usuarios de Internet, lo que significa que más de 800 millones de niños navegan por la red. El texto expone algunas cuestiones preocupantes.
En primer lugar, señala que la sociedad global está fracasando a la hora de proteger a sus niños. Hoy día, millones de ellos son maltratados y explotados de manera trágica e indescriptible, y en una escala sin precedentes en todo el mundo. En segundo lugar, al referirse al avance exponencial de la tecnología y su integración en nuestra vida cotidiana, indica que esta no solo está cambiando lo que hacemos y cómo lo hacemos, sino quiénes somos. Explica que, si bien gran parte de la repercusión de estos cambios han sido positivos, no podemos ni debemos ocultar el lado oscuro de este nuevo mundo, que permite una serie de males sociales que dañan a los miembros más vulnerables de la sociedad.
En tercer lugar, al hablar de los beneficios, oportunidades y ambigüedades que tiene el uso de Internet, mencionan el carácter inclusivo y educativo del mismo; pero, al mismo tiempo, recuerdan que la proliferación de medios sociales lleva aparejado también que actos insidiosos, como el bullying cibernético, el acoso y la extorsión sexual, se estén convirtiendo en algo común. Más concretamente, denuncian que la escala y el alcance del abuso y la explotación sexual infantil, en línea, es impresionante.
En lo que respecta a las soluciones, se afirma que estas no deben buscarse por una sola nación, una sola empresa o una sola fe que actúe de forma aislada. Proclaman que un abordaje en serio requiere soluciones mundiales, conciencia comprometida y movilización para la acción. En esta línea exhortan a los líderes mundiales a que emprendan una campaña global de concienciación acerca de la gravedad y extensión del abuso y la explotación de niños y niñas; a los líderes de las grandes religiones, a que informen y movilicen a los miembros de cada fe, uniéndose a un movimiento global que proteja a los menores; a los parlamentos, para que mejoren sus leyes orientadas a un pleno resguardo de la niñez y responsabilicen a los que la abusan y explotan; a los líderes de las empresas tecnológicas, para que se comprometan a desarrollar e implementar nuevas herramientas y tecnologías que combatan la proliferación de imágenes de abuso sexual en Internet.
La idea fuerza que sustenta estas exhortaciones, es que la dignidad y los derechos de los menores, se encuentran seriamente vulnerados por el mundo digital, cuando este se convierte en un lugar de fácil acceso para la difusión de imágenes pornográficas, cuando en él se cultiva el creciente fenómeno del sexting (exhibicionismo sexual en línea), la sextorsion (extorsión sexual) y el tráfico de personas, entre otros.
Por otra parte, en el discurso que el obispo de Roma, Francisco, dirigió a los participantes en el congreso, señaló que la protección de la dignidad de los menores, de su crecimiento saludable, de su alegría y esperanza, es, probablemente, el reto más importante para el futuro de la familia humana. Y con humildad y transparencia habló de que la Iglesia en los últimos años, es cada vez más consciente de no haber procedido, en su interior, con rigor y oportunamente para la protección de los menores. En este sentido recordó los hechos gravísimos contra niños protagonizados por miembros del clero. Precisamente por eso, dijo, “la Iglesia siente hoy un deber especialmente grave de comprometerse, de manera cada vez más profunda y con visión de futuro, en la protección de los menores y de su dignidad tanto dentro de ella como en toda la sociedad”.
Al referirse a los problemas dramáticos relacionados con el mundo digital y su impacto en la niñez, puso en guardia contra tres posibles errores de perspectiva. Primero, el de subestimar el daño que la red puede ocasionar en los menores. “La dificultad para encarar esos males, añade el Papa, puede hacernos caer en la tentación de decir: ´en el fondo, la situación no es tan grave…´”. Segundo, el error de pensar que las soluciones técnicas, los filtros construidos para identificar y bloquear la difusión de imágenes abusivas y dañinas, son suficientes para hacer frente a los problemas. “Dentro de la misma dinámica del desarrollo técnico [puntualiza Francisco] sus actores y protagonistas [deben] percibir con mayor urgencia la fuerza de la exigencia ética”. El tercer error de perspectiva consiste en una visión ideológica y mítica de la red, al concebirla como un reino de la libertad sin límites. Esta, indica el pontífice, “ha abierto un espacio nuevo y de gran alcance para la libre expresión y el intercambio de ideas e información […] pero también ha ofrecido nuevos instrumentos para actividades ilícitas […] para el abuso y el daño a la dignidad de los menores…”. De ahí la necesidad de leyes razonables que regulen su uso.
En definitiva, tanto la declaración del congreso, como el discurso del Papa, son un llamado a comprometerse para afrontar el gran reto de la defensa de la dignidad de los menores en el mundo digital.
Carlos Ayala Ramírez
Profesor de Eclesiología del Instituto Hispano de la Escuela Jesuita de Teología, Santa Clara University, EE.UU.