El golpe de estado contra la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff en 2016, el ascenso electoral de Mauricio Macri en Argentina en 2015 y las agresiones permanentes del imperialismo y las oligarquías en Venezuela, Ecuador y Bolivia principalmente han debilitado el proceso de integración y unidad que se fue construyendo en los últimos quince años en América Latina y el Caribe, sin embargo en la hora actual son los movimientos populares, intelectuales y alternativos los que deberán convertirse en la fuerza motora del proyecto histórico común.
Si bien estas fuerzas que surgen desde abajo, desde las bases mismas de la sociedad de obreros, campesinos, gente sin trabajo, pequeños comerciantes, informales, sin tierra, piqueteros, sin techo, migrantes, mujeres, vecinos, organizaciones urbano-populares, intelectuales, estudiantes, entre muchas otras, han estado siguiendo, acompañando y presionando a los gobiernos en el avance de la integración, no han sido los protagonistas centrales de la tarea fundamental y estratégica de la región en el actual contexto mundial.
La Alianza Bolivariana de los Pueblos (ALBA), formada por doce países de América Latina y el Caribe y reunida hace pocos días en Caracas, se ha pronunciado con una posición antiimperialista y revolucionaria, sin embargo el peso económico, político y diplomático de Brasil y Argentina es muy importante en la región y la posición actual de sus gobiernos ha limitado y frenado los procesos de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y del Mercado Común del Sur (MERCOSUR).
Michel Temer y Mauricio Macri no solamente están implementando un neoliberalismo salvaje que agrede a los pueblos y destruye los avances sociales y políticos en sus países, sino que ignoran los proyectos de integración emancipadora y se adhieren a los gobiernos de países como Perú, Colombia y México que desarrollan políticas de libre comercio a costa de su soberanía y dignidad. El caso de México es paradójico porque su gobierno, a pesar de la humillación que sufre por acción del nuevo titular de la Casa Blanca, Donald Trump, sólo tímidamente abre la posibilidad de acercarse al sur continental.
Al frente de estas posiciones, el Papa Francisco ha desarrollado, desde su primera visita a Latinoamérica y Caribe, una clara posición de defensa de los intereses de los pobres de la región, de la unidad de la Patria Grande, de llevar adelante la lucha junto a “los sin trabajo, los sin techo y los sin tierra” y ha impulsado la realización de cumbres sociales, indígenas, obreras, campesinas y populares que, junto a otras iniciativas en curso pueden convertirse en el motor de la idea de unidad. En esta misma perspectiva el comandante Hugo Chávez fue un activo militante y promotor de de la coordinación de los movimientos populares y de las cumbres alternativas para impulsar la unidad.
En momentos en que la disputa geopolítica y geoeconómica en el planeta se hace intensa por la transición hacia la multipolaridad y la crisis se profundiza en las potencias capitalistas, América Latina y el Caribe están desafiados a jugar un rol estratégico, solamente en la medida en que se presente como bloque continental en el cual las organizaciones populares, centrales sindicales, campesinas y otras, junto a los gobiernos nacionalistas y antiimperialistas, se conviertan en la vanguardia del proceso de unidad e integración.
Eduardo Paz Rada
Sociólogo boliviano y docente de la UMSA. Escribe en publicaciones de Bolivia y América Latina.