Ocurrió en la mañana de este pasado sábado semi-lluvioso en el marco de la II Asamblea Continental de Movimientos hacia el ALBA. En la tradicional “mística” con que todos los días se inauguran las actividades se produjo uno de los momentos de mayor emotividad de este encuentro de confraternidad pueblo a pueblo que ha reunido unos 300 delegados y delegadas de 22 países. Sucedió, a pesar que en estos días hubo muchos momentos sublimes y seguramente recordables a futuro: abrazos potentes, lágrimas no contenidas, debates intensos, aprendizajes necesarios y hasta una noche de acercamiento cultural inolvidable, donde se cantó, bailó y disfrutó para distender un poco el cuerpo y el alma atenazada por las malas noticias que suelen darse en nuestro continente.
Lo dicho, esta “mística” fue especial. Un grupo de delegados de Venezuela, Panamá, Ecuador, Chile y Palestina colocaron sobre el piso del gigantesco salón de la ONIC (Organización Nacional de Indígenas de Colombia) las banderas de sus respectivos países, rodeando una pancarta con el rostro de Fidel. Primero hubo música reivindicativa, luego un alegato sobre la lucha de los pueblos y enseguida cada uno de los asambleístas presentes comenzaron a colocar hojas de papel con el nombre de diferentes luchadores y luchadoras populares, contando quienes eran y como pasaron a la eternidad. Así se pudo escuchar el nombre del puertorriqueño Filiberto Ojeda Ríos, asesinado por el FBI, el de Roberto Mario Santucho, del ERP argentino, caído en combate contra el ejército, o el de la lideresa hondureña Berta Cáceres, asesinada por el sicariato, el del líder tupamaro Raúl Sendic, o el del militante independentista vasco Argala, asesinado por los GAL españoles, más una infinidad de héroes y heroínas de Latinoamérica y el mundo. Por cada mención en voz alta, todos los presentes gritaban a coro: “Nosotros venceremos”, y esa aseveración se convertía en promesa de victoria a corto, mediano o largo plazo, pero victoria al fin.
La memoria de los pueblos es algo indispensable para que la historia no se convierta en historieta, y es por eso que evocar a quienes tanto lucharon para que el mundo cambie a favor de los más necesitados se transformó en una auténtica comunión afectiva y de lealtad a su lucha. A partir de ese momento, cuando sus nombres resonaban en todo el recinto y pasaban a convertirse en custodias del legado del Comandante en Jefe cubano, la ceremonia enaltecedora de tantas generosas vidas entregadas a la Revolución producía un efecto de simpatía sobre todos los presentes. Sentimiento que llevó a que se formara una numerosa ronda de hombres y mujeres tomados de la mano, que durante su girar remarcaban el paso con el pie izquierdo golpeando sobre el piso, mientras seguían proclamando el “nosotros venceremos”, para qué épica y memoria se conviertan en un todo, cual ceremonia ancestral de agradecimiento y recuperación de valores. En un tiempo que estos escasean.
Mística por la liberación de los pueblos y en homenaje a Fidel y a los revolucionarios del mundo caídos en combate o asesinados por los lacayos del imperio.