Aun cuando la experiencia de los últimos 15-20 años en América Latina ha dado importantes pasos en materia de comunicación popular continúa pendiente la tarea de construir un nuevo modelo comunicacional que trascienda definitivamente las lógicas mediáticas.
Un nuevo marco de aproximación teórico-conceptual a la comunicación popular es precisamente la herramienta necesaria para revisar e investigar el camino andado a fin de superar el modelo hegemónico que “expropia la palabra, niega el conflicto y limita lo comunitario a lo local, lo doméstico”. Esta es la principal preocupación del investigador venezolano Oscar Lloreda, planteada en la ponencia “La Comunicación Popular más allá de lo comunitario. De las prácticas mediáticas a las prácticas comunicacionales”, presentada en el grupo de trabajo Nº 2 del Foro Latinoamericano y Caribeño de Comunicación Popular y Comunitaria – II Congreso Internacional sobre Comunicología del Sur.
Para Lloreda las discusiones y reflexiones acerca de la comunicación popular deben construir este nuevo marco de aproximación desde el cual se pueda “avizorar –e incluso producir- las luchas y caminos por-venir”. En ese orden, el investigador propone la transición del modelo comunicacional actual, que “subsume lo comunicacional a lo mediático” hacia un nuevo modelo que recupere la palabra como lugar de producción de “horizontes y sentidos comunes”.
Para Lloreda, la comunicación hegemónica deviene “artificial” en tanto que solo es capaz de “comunicar su incomunicabilidad: produce y representa al orden”. Describe al actual modelo como “parte de una tecnología gubernamental cuyas consecuencias inmediatas son el abandono de la palabra por parte de las grandes mayorías en favor de un grupo autorizado y reservado para su uso”. Por tal razón, agrega, el modelo hegemónico se basa en una “lógica sacrificial de la palabra, pues para reproducirse el orden requiere el silencio de muchos”.
En su análisis el investigador de la comunicación plantea también la necesidad de “una concepción de lo comunitario que trascienda la lógica territorial y su anclaje a la semántica de lo ¨propio¨”. Históricamente, señala Lloreda, el ejercicio de la comunicación popular ha estado“asociado a espacios territorialmente reducidos, como si se tratase de una concesión que el poder institucional mantiene con las comunidades para que se comuniquen internamente, pero nunca para entrar en disputa con la comunicación y los discursos hegemónicos”.
Es por ello que lo popular “ha sido siempre limitado a lo comunitario, pero no a cualquier concepto de “comunidad”, sino una comunidad anclada a la semántica de lo propio, incapaz de trascender las lógicas territoriales que la sujetan, incapaz de instalar el conflicto y la diferencia”.
Para Lloreda, la emergencia de otra-comunicación debe estar acompañada por la “desobediencia epistémica” que propone Boaventura De Sousa y ser un “espacio discursivo de “producción de sentidos”, es decir, “el lugar de producción de las subjetividades e identidades o, dicho de otra forma, el espacio en el cual se legitiman y posibilitan las luchas”. Esta otra-comunicación representa la “posibilidad real de “poner-en-común”, esto es, explica, “dejar aparecer” saberes y prácticas históricamente excluidas y desconectadas entre sí.
Para romper con el legado hegemónico es necesario aunque no suficiente, según detalla el investigador, “multiplicar medios que adelanten procesos de re-apropiación de la palabra, pero, más importante aún, que sean capaces de recuperar la dimensión conflictual de la vida”.
Lloreda afirma que bajo su enfoque, la “re-apropiación de la palabra no se reduce a lograr la masividad y difusión, ni a producir información local, sino que se traduce en la aparición de nuevos sujetos y discursos en la escena, en particular, aquellos que obligan a una reconfiguración del orden, a un “reseteo” que devuelve momentáneamente la igualdad y el habla”.
En definitiva, Lloreda comprende las experiencia de comunicación popular como espacios de “articulación y transformación social que trascienden al propio medio”. Por esta razón, plantea que deben proponerse una agenda para cumplir, al menos, con tres grandes tareas: “recuperar/democratizar la palabra frente a la expropiación operada desde los dispositivos de poder modernos; promover e incentivar el cuidado de sí, alejado de la lógica proteccionista y conservadora del poder estatal moderno; y reconocer la dimensión conflictiva inherente a la vida para involucrarse en un permanente proceso de transformación de sí a partir del encuentro con el otro”.