Entre el 20 y 22 de marzo, previo a su llegada a Argentina, Barak Obama permanecerá en Cuba, en lo que se considera un acontecimiento histórico ya que hace casi un siglo que un mandatario estadounidense no pisa suelo cubano. No es para menos, el último presidente enviado por Washington llegó en enero de 1928, se llamaba Calvin Coolidge, y en el marco de la VI Conferencia Panamericana se encontró con su par Gerardo Machado y Morales, un dictador aborrecido por su pueblo, que entre otras tropelías jamás perdonó una serie de asesinatos cometidas por sus sicarios, entre ellos el del revolucionario Julio Antonio Mella.
Pero Obama, mal que le pese, no se encontrará con una Cuba desbordada por intrigas políticas ni personajes signados por la corrupción o el despotismo, como ocurre en otros países de la región, sino con un proceso revolucionario que ya dura 56 años y con un pueblo que ha resistido como nadie las consecuencias de un bloqueo criminal impuesto precisamente por el gobierno del visitante.
Como bien afirma un artículo del diario Granma, que expresa la posición oficial del gobierno: “Cuba se ha involucrado en la construcción de una nueva relación con los Estados Unidos en pleno ejercicio de su soberanía y comprometida con sus ideales de justicia social y solidaridad. Nadie puede pretender que para ello, tengamos que renunciar a uno solo de sus principios, ceder un ápice en su defensa, ni abandonar lo proclamado en la Constitución: Las relaciones económicas, diplomáticas con cualquier otro Estado no podrán jamás ser negociadas bajo agresión, amenaza o coerción de una potencia extranjera”. Más claro, agua.
Tras el proceso de deshielo iniciado el 17 de diciembre de 2014, y el restablecimiento de relaciones el 20 de julio de 2015, indudablemente el restablecimiento de relaciones entre ambos países, ha constituido, y así debe ser visto a escala mundial, como un notorio éxito de la diplomacia cubana por un lado y de la política de “ lexibilidad” encarada por Obama en un difícil año electoral. El enemigo número uno de Venezuela Bolivariana (acaba de renovar las sanciones contra ese país) busca retirarse del gobierno con un logro de magnitud, después de haber generado múltiples actos intervencionistas contra otros países.
Este acercamiento llega, es importante recordarlo, después de un durísimo trajinar de ataques arteros a la libre determinación de la nación cubana, representada por el apadrinamiento de los llamados “bandidos del Escambray” o ia invasión frustrada por el coraje de Fidel y el pueblo revolucionario en Bahía de los Cochinos, durante los primeros años de la Revolución. Si a esto se le suma la larga lista de atentados, asesinatos, guerra bacteriológica contra seres humanos, plantas y animales (Ejemplo: la Operación Mangosta ejecutada por la CIA), leyes injerencistas (Helms Burton o la de “Ajuste Cubano”), y más de 600 intentos de acabar con la vida del Comandante Fidel Castro, se podrá tener una magnitud de lo que han sido en todos estos años las “relaciones” entre Washington y La Habana.
A todas estas operaciones planificadas por los Estados Unidos, Cuba siempre respondió con la dignidad de su pueblo y el coraje patriótico manifestado por quienes, como los 5 héroes cubanos, felizmente rescatados por la lucha tenaz de gobierno y pueblo cubano más la solidaridad internacionalista. Algo que se dio de igual forma cuando se produjo el regreso del niño Elián González, retenido en Miami por opositores a la Revolución.
Uno a uno, fueron pasando los presidentes norteamericanos que redoblaban la apuesta para derrocar a Fidel, Raúl y sus compañeros, pero siempre se chocaron con el muro defensivo de una población que no da lugar a aventuras involucionistas y defiende lo conquistado en todos estos años.
Obama puede aducir que viene con buenas intenciones, e incluso ha manifestado en varias oportunidades que el bloqueo no dio resultado y que habría que levantarlo, sabiendo que eso depende de un Parlamento poco partidario de esa decisión. De devolver Guantánamo ni hablar, según lo manifestó John Kerry, perpetuando la idea de que ese territorio tan cubano como la Virgen del Cobre o la Bodeguita del Medio, no entra en la lista de reclamos. Entonces, más allá de que el mandatario norteamericano sea recibido con toda la cordialidad que Cuba dispensa a cualquiera que visita su tierra, es indudable que las intenciones de este viaje hay que colocarlas en un cambio de táctica por parte del imperio. De las agresiones más brutales, fracasadas todas ellas, ahora se trata de pasar a la conocida iniciativa del “palo y la zanahoria”, partiendo de la falsa idea elaborada por Washington sobre que Cuba está débil económica y socialmente. Murmuran entre dientes que la Isla no podrá soportar el aluvión de visitas made in USA que llegarán en los 20 vuelos semanales pactados con aerolíneas estadounidenses. O como dijo uno de los jerarcas empresariales muy ligado a los eternos contrarrevolucionarios de Miami: “Ahora los vamos a invadir con inversores y eso sí que no podrán soportarlo”.
Otra vez, como tantas veces anteriores, se equivocan. A pesar de la cercanía territorial (sólo 90 millas) no tienen idea de los valores del pueblo cubano. De esa gente que en los momentos más álgidos -derrumbada la Unión Soviética- no se resignó ante la adversidad de las carencias, y sacando fuerzas que sólo otorga un alto nivel de conciencia, sobrevivió al llamado “período especial” sin renuncian a ninguno de sus principios. Pero lo que es más importante, protegiendo a los más débiles, niños y ancianos a los que jamás les faltaron los alimentos imprescindibles, la vestimenta, el calzado y una educación y sistema de salud elogiadas, incluso, por los llamados países “desarrollados”.
En ese mismo andarivel, no sólo disfrutaron de estas ventajas los cubanos y cubanas, sino que la Revolución envió fronteras afuera, en plan humanitario a miles de médicos y médicas, y colabora hasta la actualidad con la alfabetización (Plan “Yo sí puedo”) de millones de habitantes humildes de Latinoamérica, el Caribe y hasta los propios barrios sumergidos de Estados Unidos.
Con ese país y un pueblo culto, afable y solidario pero con un alto nivel de combatividad se encontrará el señor Obama. Un gobierno que le hará saber, como ya lo ha reiterado Raúl hasta el cansancio, que se pueden mantener relaciones respetuosas y abogar por una convivencia civilizada. Pero eso no deriva en una renuncia a las ideas, y mucho menos a no exigir que cese definitivamente el bloqueo y sea devuelto el territorio usurpado de Guantánamo.
Esa es la gran diferencia entre un país que conserva intactos los anhelos independentistas de aquellos bravos barbudos que se batieron contra el dictador Batista desde la Sierra Maestra hasta el llano y triunfaron, y un imperio, que precedido por una larga historia de intervenciones militares, genocidios y políticas hambreadoras, hoy intenta simular ser lo que no es. Tratará de hurgar en temas sensibles como los derechos humanos (precisamente el país que tiene en su haber las mayores prácticas de Terrorismo de Estado), buscará poner en evidencia que allí donde existe una democracia popular y revolucionaria se oculta “una dictadura”, hará guiños a las Damas de Blanco y otros opositores, y les prometerá más fondos económicos para la subversión. Usará todos los tópicos imaginables, el visitante Obama, pero no podrá cambiar el escenario de sus anfitriones (ni siquiera con el montaje del show de los Rolling Stones), ya que Cuba sigue dispuesta a llevar adelante un proceso de actualización del modelo económico y se reafirma en la construcción de un socialismo que permita consolidar los logros revolucionarios.
*Nota publicada originalmente en la web de la Confederación Latinoamericana y del Caribe de Trabajadores Estatales ( CLATE www.clate.org)