No es momento de poner paños calientes. No valen las excusas. Se perdió. El revés electoral es innegable. El chavismo será minoría en la Asamblea Nacional en Venezuela. Ha obtenido 55 diputados; la opositora Mesa de Unidad Democrática (MUD), 109; y otros 3 serán representantes indígenas. Eso sí, la diferencia en votos es muy grande: la MUD habría alcanzado un total de 7.707.422 de votos (56,5%) y el PSUV 5.599.025 de votos (41,0%). A pesar de los cantos de sirena de los demócratas de medio pelo, el presidente Nicolás Maduro reconoció los resultados. Lo del fraude quedó rápidamente condenado al olvido. Como viene siendo habitual, la derecha regional solo usa esta arma arrojadiza cuando los resultados no son los que ellos desean. Esperemos que a partir de ahora, luego de comprobarse que en Venezuela siempre se respetan los resultados, ganando o perdiendo, se abandone de una vez por todas el intento injerencista de un determinado sector de la comunidad internacional.
Los resultados son evidentes. La derrota exige reflexión. He aquí dos ideas.
1. El chavismo no logró superar la situación adversa económica. Lo que para muchos siempre fue viento de cola a favor, ahora es en contra. El precio del petróleo está por debajo de 35 cuando hace más de un año estaba a más de 100. El frente externo económico aprieta también por la vía financiera. A ello se suma una guerra económica que hace sus estragos internamente: inflación y colas para adquirir en ciertos productos básicos. Esto no significa que toda la responsabilidad sea ajena a la acción gubernamental. Son diecisiete años con su respectivo desgaste y sus errores. En política, los milagros no existen. Si la base material económica-social no lo soporta, entonces, el relato y la épica se hace insuficiente. El metabolismo del capital ha sido capaz de imponerse en la nueva economía venezolana. Las razones son muchas. Se impuso el rentismo importador del siglo XXI. La economía real quedó sometida y avasallada por la economía ociosa e improductiva. En este fenómeno, todos tienen responsabilidad: unos más que otros. El sector privado jamás quiso dedicarse a impulsar un nuevo desarrollo productivo. Esta es la tarea pendiente: producir y producir y producir. Y hacerlo con eficacia y eficiencia. Pero se debe hacer bajo un modelo democratizador de la economía, en el que el poder comunal tenga un rol protagónico como sujeto productivo. Además, está la cuestión de la distribución y comercialización que ha sido uno de los frentes de ataque del sector privado. Es otro punto en el que ha de reinventarse económicamente el chavismo. Al Estado de las Misiones Sociales, habrá que sumarle un nuevo Estado de las Misiones Económicas para que el metabolismo de la economía cambie rumbo al socialismo. De no hacerlo, entonces, esta derrota electoral coyuntural podría llegar a convertirse en una derrota política más estructural.
2. El pasado importa menos que el futuro. Se demuestra a estas alturas del cambio de época regional que el “no volverán” es insuficiente para continuar seduciendo a las mayorías. No se gana únicamente recordando todo lo bueno que se ha conseguido en el pasado. Es cada vez más primordial plantear esperanzas económicas positivas para los próximos años. Es fundamental ganar la guerra de las expectativas. Existe un gran número de venezolanos que han nacido en Revolución, y por lo tanto, de nada sirve poner todo el énfasis en no volver a “la vieja y larga noche neoliberal” (del pasado siglo). Otros, afortunadamente, ni se acuerdan porque han ido naturalizando progresivamente todo lo que se ha logrado en materia de derechos sociales, en mejoras económicas, en mejores niveles de consumo. Por ello, la campaña del miedo sobre la vuelta al pasado no es suficiente para ganar. La clave está en pensar el presente y el futuro. La fidelidad se sostiene con desafíos hacia delante. La oposición no prometió casi nada para el futuro pero sí instaló que el actual gobierno jamás podría salir de un presente económico adverso. Toca poner el oído en la calle para identificar cuáles son las nuevas demandas de la ciudadanía para seguir construyendo hegemonía. No sirve de nada viejas respuestas para nuevas preguntas.
A partir de ahora, la disputa está servida. La oposición se atrincherará en la Asamblea para procurar torpedear cada decisión ejecutiva. No podríamos hablar de empate catastrófico pero estamos cerca de ello. El chavismo aún conserva una identidad política que trasciende al resultado electoral. Esta es su fortaleza. El voto castigo no necesariamente ha de ser entendido como el voto por otra propuesta. Todavía hay margen para que el chavismo sortee esta dificultad a pesar que no será fácil. Todo depende, como siempre, de la política, y de cómo se interprete al chavismo en estos próximos meses. Y en ello, la cuestión económica indudablemente será uno de los ejes centrales. Dos modelos económicos antagónicos van a confrontarse. El futuro está en juego. El punto de bifurcación está a la vuelta de la esquina. Se elige un camino u otro. No valen medias tintas; si bailas demasiado pegado con el capitalismo siempre existe un mismo final: te pisotea.
@alfreserramanci
http://www.celag.org/que-paso-en-venezuela-por-alfredo-serrano-mancilla/
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No es momento de poner paños calientes. No valen las excusas. Se perdió. El revés electoral es innegable. El chavismo será minoría en la Asamblea Nacional en Venezuela. Ha obtenido 55 diputados; la opositora Mesa de Unidad Democrática (MUD), 109; y otros 3 serán representantes indígenas. Eso sí, la diferencia en votos es muy grande: la MUD habría alcanzado un total de 7.707.422 de votos (56,5%) y el PSUV 5.599.025 de votos (41,0%). A pesar de los cantos de sirena de los demócratas de medio pelo, el presidente Nicolás Maduro reconoció los resultados. Lo del fraude quedó rápidamente condenado al olvido. Como viene siendo habitual, la derecha regional solo usa esta arma arrojadiza cuando los resultados no son los que ellos desean. Esperemos que a partir de ahora, luego de comprobarse que en Venezuela siempre se respetan los resultados, ganando o perdiendo, se abandone de una vez por todas el intento injerencista de un determinado sector de la comunidad internacional.
Los resultados son evidentes. La derrota exige reflexión. He aquí dos ideas.
1. El chavismo no logró superar la situación adversa económica. Lo que para muchos siempre fue viento de cola a favor, ahora es en contra. El precio del petróleo está por debajo de 35 cuando hace más de un año estaba a más de 100. El frente externo económico aprieta también por la vía financiera. A ello se suma una guerra económica que hace sus estragos internamente: inflación y colas para adquirir en ciertos productos básicos. Esto no significa que toda la responsabilidad sea ajena a la acción gubernamental. Son diecisiete años con su respectivo desgaste y sus errores. En política, los milagros no existen. Si la base material económica-social no lo soporta, entonces, el relato y la épica se hace insuficiente. El metabolismo del capital ha sido capaz de imponerse en la nueva economía venezolana. Las razones son muchas. Se impuso el rentismo importador del siglo XXI. La economía real quedó sometida y avasallada por la economía ociosa e improductiva. En este fenómeno, todos tienen responsabilidad: unos más que otros. El sector privado jamás quiso dedicarse a impulsar un nuevo desarrollo productivo. Esta es la tarea pendiente: producir y producir y producir. Y hacerlo con eficacia y eficiencia. Pero se debe hacer bajo un modelo democratizador de la economía, en el que el poder comunal tenga un rol protagónico como sujeto productivo. Además, está la cuestión de la distribución y comercialización que ha sido uno de los frentes de ataque del sector privado. Es otro punto en el que ha de reinventarse económicamente el chavismo. Al Estado de las Misiones Sociales, habrá que sumarle un nuevo Estado de las Misiones Económicas para que el metabolismo de la economía cambie rumbo al socialismo. De no hacerlo, entonces, esta derrota electoral coyuntural podría llegar a convertirse en una derrota política más estructural.
2. El pasado importa menos que el futuro. Se demuestra a estas alturas del cambio de época regional que el “no volverán” es insuficiente para continuar seduciendo a las mayorías. No se gana únicamente recordando todo lo bueno que se ha conseguido en el pasado. Es cada vez más primordial plantear esperanzas económicas positivas para los próximos años. Es fundamental ganar la guerra de las expectativas. Existe un gran número de venezolanos que han nacido en Revolución, y por lo tanto, de nada sirve poner todo el énfasis en no volver a “la vieja y larga noche neoliberal” (del pasado siglo). Otros, afortunadamente, ni se acuerdan porque han ido naturalizando progresivamente todo lo que se ha logrado en materia de derechos sociales, en mejoras económicas, en mejores niveles de consumo. Por ello, la campaña del miedo sobre la vuelta al pasado no es suficiente para ganar. La clave está en pensar el presente y el futuro. La fidelidad se sostiene con desafíos hacia delante. La oposición no prometió casi nada para el futuro pero sí instaló que el actual gobierno jamás podría salir de un presente económico adverso. Toca poner el oído en la calle para identificar cuáles son las nuevas demandas de la ciudadanía para seguir construyendo hegemonía. No sirve de nada viejas respuestas para nuevas preguntas.
A partir de ahora, la disputa está servida. La oposición se atrincherará en la Asamblea para procurar torpedear cada decisión ejecutiva. No podríamos hablar de empate catastrófico pero estamos cerca de ello. El chavismo aún conserva una identidad política que trasciende al resultado electoral. Esta es su fortaleza. El voto castigo no necesariamente ha de ser entendido como el voto por otra propuesta. Todavía hay margen para que el chavismo sortee esta dificultad a pesar que no será fácil. Todo depende, como siempre, de la política, y de cómo se interprete al chavismo en estos próximos meses. Y en ello, la cuestión económica indudablemente será uno de los ejes centrales. Dos modelos económicos antagónicos van a confrontarse. El futuro está en juego. El punto de bifurcación está a la vuelta de la esquina. Se elige un camino u otro. No valen medias tintas; si bailas demasiado pegado con el capitalismo siempre existe un mismo final: te pisotea.
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Los resultados son evidentes. La derrota exige reflexión. He aquí dos ideas.
1. El chavismo no logró superar la situación adversa económica. Lo que para muchos siempre fue viento de cola a favor, ahora es en contra. El precio del petróleo está por debajo de 35 cuando hace más de un año estaba a más de 100. El frente externo económico aprieta también por la vía financiera. A ello se suma una guerra económica que hace sus estragos internamente: inflación y colas para adquirir en ciertos productos básicos. Esto no significa que toda la responsabilidad sea ajena a la acción gubernamental. Son diecisiete años con su respectivo desgaste y sus errores. En política, los milagros no existen. Si la base material económica-social no lo soporta, entonces, el relato y la épica se hace insuficiente. El metabolismo del capital ha sido capaz de imponerse en la nueva economía venezolana. Las razones son muchas. Se impuso el rentismo importador del siglo XXI. La economía real quedó sometida y avasallada por la economía ociosa e improductiva. En este fenómeno, todos tienen responsabilidad: unos más que otros. El sector privado jamás quiso dedicarse a impulsar un nuevo desarrollo productivo. Esta es la tarea pendiente: producir y producir y producir. Y hacerlo con eficacia y eficiencia. Pero se debe hacer bajo un modelo democratizador de la economía, en el que el poder comunal tenga un rol protagónico como sujeto productivo. Además, está la cuestión de la distribución y comercialización que ha sido uno de los frentes de ataque del sector privado. Es otro punto en el que ha de reinventarse económicamente el chavismo. Al Estado de las Misiones Sociales, habrá que sumarle un nuevo Estado de las Misiones Económicas para que el metabolismo de la economía cambie rumbo al socialismo. De no hacerlo, entonces, esta derrota electoral coyuntural podría llegar a convertirse en una derrota política más estructural.
2. El pasado importa menos que el futuro. Se demuestra a estas alturas del cambio de época regional que el “no volverán” es insuficiente para continuar seduciendo a las mayorías. No se gana únicamente recordando todo lo bueno que se ha conseguido en el pasado. Es cada vez más primordial plantear esperanzas económicas positivas para los próximos años. Es fundamental ganar la guerra de las expectativas. Existe un gran número de venezolanos que han nacido en Revolución, y por lo tanto, de nada sirve poner todo el énfasis en no volver a “la vieja y larga noche neoliberal” (del pasado siglo). Otros, afortunadamente, ni se acuerdan porque han ido naturalizando progresivamente todo lo que se ha logrado en materia de derechos sociales, en mejoras económicas, en mejores niveles de consumo. Por ello, la campaña del miedo sobre la vuelta al pasado no es suficiente para ganar. La clave está en pensar el presente y el futuro. La fidelidad se sostiene con desafíos hacia delante. La oposición no prometió casi nada para el futuro pero sí instaló que el actual gobierno jamás podría salir de un presente económico adverso. Toca poner el oído en la calle para identificar cuáles son las nuevas demandas de la ciudadanía para seguir construyendo hegemonía. No sirve de nada viejas respuestas para nuevas preguntas.
A partir de ahora, la disputa está servida. La oposición se atrincherará en la Asamblea para procurar torpedear cada decisión ejecutiva. No podríamos hablar de empate catastrófico pero estamos cerca de ello. El chavismo aún conserva una identidad política que trasciende al resultado electoral. Esta es su fortaleza. El voto castigo no necesariamente ha de ser entendido como el voto por otra propuesta. Todavía hay margen para que el chavismo sortee esta dificultad a pesar que no será fácil. Todo depende, como siempre, de la política, y de cómo se interprete al chavismo en estos próximos meses. Y en ello, la cuestión económica indudablemente será uno de los ejes centrales. Dos modelos económicos antagónicos van a confrontarse. El futuro está en juego. El punto de bifurcación está a la vuelta de la esquina. Se elige un camino u otro. No valen medias tintas; si bailas demasiado pegado con el capitalismo siempre existe un mismo final: te pisotea.
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