1. Hoy está en centro de la discusión en muchos países el tema del nuevo rol que tienen que tener los movimientos sociales frente a los gobiernos progresistas que han teñido de esperanza a la mayoría de los países de América Latina.
2. Antes de abordar directamente el tema, quisiera desarrollar algunas ideas.
3. Creo que la situación en la década de los 80 y 90 en América Latina puede compararse en ciertos aspectos a la vivida por la Rusia prerrevolucionaria de comienzos del siglo XX. Lo que fue para ella la guerra imperialista y sus horrores ha sido para nuestra región el neoliberalismo y sus horrores: la extensión del hambre y la miseria, un reparto cada vez más desigual de la riqueza, el desempleo, la destrucción de la naturaleza, la pérdida creciente de nuestra soberanía.
4. En estas circunstancias, varios de nuestros pueblos dicen “basta” y “echan a andar”, resistiendo primero y, luego, pasando a la ofensiva, fruto de lo cual empiezan a triunfar candidatos presidenciales de izquierda o centro izquierda en la región que se enfrentan a la siguiente disyuntiva: o refundan el modelo capitalista neoliberal —evidentemente que con cambios, entre ellos una mayor preocupación por lo social, pero movido por la misma lógica capitalista—, o avanzan en la construcción de un proyecto alternativo movido por una lógica humanista y solidaria, que pone a la persona humana en el centro.
Los movimientos sociales: a la vanguardia de la lucha contra el neoliberalismo
5. Con la caída del muro de Berlín y la derrota del socialismo soviético, los partidos y organizaciones sociales de izquierda que se inspiraban en dicho modelo salen muy golpeados. A ello se añade el golpe a las organizaciones sindicales debido al debilitamiento de la clase obrera producto de la fragmentación social provocada por el neoliberalismo. Esto explica que hayan sido nuevos movimientos sociales –y no los partidos y organizaciones sociales tradicionales de la izquierda — los que, de manera muy diferente de un país a otro, los que estuvieron a la vanguardia de la lucha contra el neoliberalismo. Muchos de ellos surgieron en el marco de la crisis de legitimidad de dicho modelo y de sus instituciones políticas.[1]
6. Estos nuevos movimientos en no pocos casos partieron de dinámicas de resistencia originadas en sus comunidades o espacios locales, y en otros lo hicieron desde temáticas de género, de derechos humanos, de preocupaciones ambientalistas. Los desastrosos efectos del neoliberalismo los condujo, en muchos casos, a pasar de la preocupación por temas puntuales a la preocupación por temas nacionales. Esto no solo enriqueció sus luchas y sus demandas sino que, además, les permitió convocar en torno ellas a los sectores sociales muy diversos, todos afectados por el mismo sistema.
7. Una expresión de ello fue la Campaña 500 años de resistencia indígena, negra y popular, que terminó siendo un importante punto de encuentro de diversos sectores sociales que se aglutinaron utilizando principios organizativos nuevos (horizontalidad, autonomía, concepción de género, unidad en la diversidad, etcétera) y que dieron origen tanto a coordinaciones sociales nuevas como la CLOC-Vía Campesina como a agendas comunes tanto a nivel nacional como internacional.
8. Una de estas agendas fue la Campaña contra el ALCA, especialmente exitosa en Brasil y Ecuador, que llevó más tarde a la primera derrota de la política estadounidense en la región. Fue en la Cumbre de la OEA en Mar del Plata, a finales del 2005, donde se produje este histórico acontecimiento. Desde entonces los problemas de la integración regional dejan de ser sólo asunto de gobiernos para pasar a ser también asunto de los pueblos.
9. El gran ausente del escenario político latinoamericano en las últimas décadas, salvo muy raras excepciones, ha sido el movimiento obrero tradicional al encontrarse muy golpeado —como ya decíamos— por la aplicación de medidas económica neoliberales como la flexibilización laboral y la subcontratación. Y si en algunos casos ha participado, no lo ha hecho en la primera línea de combate.
10. Los nuevos movimientos sociales generalmente parten rechazando a la política y a los políticos, pero, a medida que avanza el proceso de lucha, muchos de ellos pasan gradualmente de una actitud apolítica, de mera resistencia al neoliberalismo y de luchas muy puntuales, a una actitud cada vez más política, de cuestionamiento del poder establecido, y comienzan a comprender la necesidad de construir sus propios instrumentos políticos, como ocurrió en Ecuador con el Pachakutik[2] y en Bolivia con el MAS‑IPS[3].
11. Son muchas las lecciones que se pueden extraer de estas luchas populares, pero, una de las más importantes, según mi opinión, es que demuestran lo correcto de una estrategia de acumulación amplia que procura sumar todo lo que se puede sumar, levantando objetivos de lucha muy concretos que logran concitar el entendimiento entre fuerzas muy diversas, con tradiciones y prácticas políticas muy distintas.
12. Ahora bien, si bien es cierto que en algunos casos estos gobiernos no ganan las elecciones en momentos de auge de la movilización social, tenemos que considerar que la marca de esas luchas queda en la memoria, no se olvida. La maduración política lograda en ellas es algo que perdura en la conciencia de la mayor parte de las personas involucradas.
El difícil pero no imposible camino al socialismo
13. Decíamos que frente a la disyuntiva de qué hacer frente al neoliberalismo, algunos gobernantes de América Latina deciden emprender el camino hacia una sociedad alternativa al capitalismo que han definido con diferentes nombres: socialismo del siglo XXI, socialismo comunitario, sociedad del buen vivir, sociedad de la vida en plenitud (Sumak Kawsay). Una sociedad que no se decreta desde arriba sino que se construye con la gente. Concuerdo con el vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, en que poco importa el nombre, lo que importa es el contenido.
14. El gran desafío de estos gobernantes es avanzar hacia el socialismo cuando sólo se ha conquistado el gobierno, algo que se enfrenta a la clásica visión de la izquierda marxista que en el pasado siempre trabajó con la idea de destruir el Estado burgués cómo ocurrió en las revoluciones del siglo XX: revoluciones nacidas de guerras civiles o guerras imperialistas donde el pueblo armado conquistó el poder destruyendo el aparato de Estado heredado. Por eso es comprensible que algunos sectores de izquierda se sientan desorientados cuando constatan que hoy la situación es muy diferente.
15. Electoralmente sólo se gana una parte del poder del Estado: el gobierno (poder ejecutivo) y, muchas veces, inicialmente no se cuenta con mayoría en el parlamento, es decir, en el poder legislativo, ni en el poder judicial. Por otra parte, están los otros poderes: el poder del dinero, de los medios de comunicación, el poder militar.
16. El asunto es, entonces, cómo trabajar para ir conquistando los otros espacios de poder, ganando cada vez a más gente para el proyecto transformador, y logrando que el pueblo sea cada vez más el constructor de su propio destino.
17. Empezar a avanzar al socialismo de esta manera hace mucho más compleja la situación. Estos gobiernos deben ser capaces de enfrentar el atraso de sus países, sabiendo que las condiciones económicas objetivas en las que están insertos los obligarán a convivir durante no poco tiempo con formas de producción capitalista. Y deben hacerlo a partir de un aparato estatal heredado que es funcional al sistema capitalista, pero no lo es para avanzar hacia el socialismo.
18. Sin embargo, la práctica ha demostrado —contra el dogmatismo teórico de algunos sectores de la izquierda — que, si ese aparato cae en manos de cuadros revolucionarios, éstos pueden usar el poder que tienen en sus manos para ir construyendo los cimientos de la nueva institucionalidad y del nuevo sistema político que deberá remplazar al viejo Estado. Y, sobre todo, pueden ir creando espacios de protagonismo popular. Así la gente se irá preparando para ejercer el poder desde el nivel más simple hasta el más complejo
19. Pero la historia ha demostrado que el “cielo” no puede ser tomado por asalto, que se requiere un largo período histórico para transitar desde el capitalismo a la nueva sociedad que queremos construir. Algunos hablan de decenas de años (Chávez), otros de centenas (Samir Amin, Álvaro García Linera) y otros, como yo, pensamos que será la meta a la cual debemos irnos aproximando, pero que quizás nunca alcancemos plenamente. Esto no es ser pesimista, como algunos podrían pensar. Por el contrario, una meta utópica, si está bien definida, ayuda a trazar el camino, fortalece nuestra determinación de luchar, y cada paso que demos hacia la ella, por pequeño que sea, nos acerca a ese horizonte. Y ver cómo se van dando esos pasos en nuestra región es lo que me hace ser optimista.
20. A este período histórico yo lo llamo “transición hacia el socialismo”. Debo aclarar, sin embargo, que aunque la meta pueda ser compartida, la forma y las medidas que se tomen en el proceso de transición deberán estar adaptadas a las condiciones específicas de cada país.
21. De lo dicho anteriormente se desprende que cada país deberá elaborar su propia estrategia particular para avanzar hacia la meta socialista. Esta estrategia dependerá no sólo de las características económicas de ese país sino también, entre otras muchas, de la correlación de fuerzas existente y de los rasgos que adopta en él la lucha de clases.
22. Esta transición por la vía institucional no sólo es un proceso largo, sino también, como puede deducirse de lo dicho anteriormente, un proceso lleno de desafíos y dificultades. Nada asegura un avance lineal, puede haber retrocesos y fracasos.
23. Tenemos que tener claro que con el triunfo electoral presidencial se ha ganado una gran batalla, pero no la guerra, y que para ganar la guerra por la vía institucional se requiere de una gran mayoría nacional. Sólo así será posible avanzar en una forma democrática hacia la nueva sociedad. Por lo tanto, no sólo es fundamental la unidad de los revolucionarios, sino también es necesario ser capaces de convocar a todos aquellos que puedan compartir un proyecto de sociedad más justa y solidaria y allí está no sólo la izquierda política y social, está el centro y algunos sectores empresariales que puedan estar dispuestos a colaborar con el proyecto popular.
24. Tenemos que ser capaces de detectar con mucha claridad cuál es el enemigo principal, es decir, el principal obstáculo que se opone a nuestro avance para poder concentrar nuestro poder de fuego contra él. Una de nuestras tareas fundamentales será la de convocar a todos los sectores sociales que puedan tener contradicciones aunque sean mínimas con ese enemigo.
25. Por otra parte, hay que recordar siempre que las élites anteriormente dominantes respetan las reglas del juego sólo hasta donde le conviene. Pueden perfectamente tolerar y hasta propiciar la presencia de un gobierno de izquierda, si este pone en práctica su política y se limita a administrar la crisis. Lo que tratarán de impedir siempre valiéndose de medios legales o ilegales —y en eso no hay que ser ilusos—es que se lleve adelante un programa de transformaciones democráticas y populares profundas que ponga en cuestión sus intereses económicos. Por ello, debemos estar preparados para enfrentar y vencer las diferentes maniobras que hagan para impedir el avance del proceso. Una de ellas puede ser la de infiltrarse dentro de los gobiernos progresistas para minarlos por dentro. Otra puede ser la de ganar para su causa a determinados dirigentes gremiales, aprovechando posibles debilidades y errores del gobierno en relación con estos sectores, como ocurrió en Chile en la época de Allende con los trabajadores del cobre y del sector del transporte.
26. Por desgracia, muchas veces nuestros gobiernos deben defenderse, no sólo de esas élites usan todos los medios a su alcance para tratar de impedir que se consolide el proceso de cambio—, sino también de sectores de izquierda que —no entendiendo la complejidad del proceso iniciado ni la flexibilidad táctica que estos gobiernos deben tener— los atacan por no realizar cambios sociales profundos con la velocidad deseada como si ellos fuesen el enemigo principal.
27. También hay que buscar fórmulas para ir superando la cultura heredada, una cultura individualista, consumista, de sálvese quien pueda. Una cultura que en el ámbito social es una cultura corporativista en cuanto a su organización y de sistemática oposición al gobierno de turno, aunque este sea un gobierno diferente, que ahora busca el bienestar del pueblo en lugar de servir a las élites sociales.
28. Marx estaba convencido que se requerían décadas de “guerras civiles y luchas populares no sólo para [cambiar la realidad sino para cambiar a los trabajadores y capacitarlos para] ejercitar el dominio político.”[4] Interpretando las palabras de Marx yo diría que es necesario que las personas, a través de sus prácticas sociales y de su lucha, vayan saliendo del fango de la cultura heredada al ir descubriendo, experimentando e incorporando a su forma de vivir nuevos valores: los valores del humanismo, la solidaridad, el respeto a las diferencias, el combate al machismo y todo tipo de discriminación.
29. Otro reto no menos importante es el que se refiere a la agenda electoral a la cual estos gobiernos deben someterse para legitimarse ante los continuos ataques de la oposición. Esta agenda choca muchas veces con la agenda de la construcción democrática participativa. Suelen paralizarse o debilitarse procesos de construcción de poder popular para dar cabida a campañas electorales.
30. Por otra parte, no es fácil resolver el gran dilema de la contradicción entre tiempos políticos y procesos democráticos. Muchas veces se quisiera alargar la discusión acerca de leyes o procesos con lo que se ganaría en riqueza democrática, pero podría arriesgarse el futuro del proceso transformador. Pienso que eso ocurrió con los procesos constituyentes en Venezuela y Ecuador.
31. Otro elemento que hay que tomar en cuenta es que los avances suelen ser muy lentos. La gente suele creer que la conquista del gobierno es como una varita mágica que todo lo va a resolver y cuando estas soluciones no llegan tienden a desilusionarse, a desanimarse. No pocos dirigentes sociales exigen soluciones rápidas sin tener en cuenta la correlación de fuerzas existente que impide avanzar con la rapidez deseada.
32. Por eso es que pienso que, de la misma manera en que nuestros dirigentes revolucionarios deben usar el aparato de Estado para cambiar la correlación de fuerzas heredada y construir la nueva institucionalidad, deben también realizar una labor pedagógica frente a los límites o frenos que encuentran en su camino —lo que llamamos una pedagogía de los límites—. Muchas veces se cree que hablarle de dificultades al pueblo es desalentarlo, desanimarlo, cuando, por el contrario, si a los sectores populares se les informa, se les explica por qué no se pueden alcanzar de inmediato las metas deseadas, eso los ayuda a entender mejor el proceso en que viven y a moderar sus demandas.
33. Pero esta pedagogía de los límites debe i r acompañada simultáneamente de un fomento de la movilización y la creatividad populares. Hay que evitar domesticar las iniciativas de la gente, por el contrario, hay que fomentar la búsqueda de respuesta en los propios actores.
34. Hay que reconocer que ha existido una tendencia a considerar a las organizaciones populares como elementos manipulables, como meras correas de transmisión de la línea del partido o del gobierno. En la izquierda marxista esta posición se ha apoyado en la tesis de Lenin en relación con los sindicatos de los inicios de la revolución rusa, cuando parecía existir una muy estrecha relación entre clase obrera, partido de vanguardia y Estado.
35. Sin embargo, pocos saben ‑por la forma a-histórica e incompleta en que se ha leído a Lenin‑ que esta concepción fue abandonada por el dirigente ruso en los años finales de su vida, cuando ‑en medio de la aplicación de la Nueva Política Económica (NEP) y sus consecuencias en el ámbito laboral‑ prevé el surgimiento de posibles contradicciones entre los trabajadores de las empresas estatales y los directores de dichas empresas, y sostiene que el sindicato debe defender los intereses de clase de los trabajadores contra los empleadores utilizando, si considera necesario, la lucha huelguística que, en un estado proletario no estaría dirigida a destruirlo sino a corregir sus desviaciones burocráticas.[5]
36. Este cambio pasó desapercibido para los partidos marxistas‑leninistas quienes hasta hace muy poco pensaban que la cuestión de la correa de transmisión era la tesis leninista para la relación partido‑organización social.
37. Esta tesis mal digerida fue aplicada por la izquierda en su trabajo con el movimiento sindical primero, y luego con los movimientos sociales. La dirección del movimiento, los cargos en los organismos de dirección, la plataforma de lucha, en fin, todo, se resolvía en las direcciones partidarias y luego se bajaba la línea a seguir por el movimiento social en cuestión, sin que éste pudiese participar en la gestación de ninguna de las cosas que más le atañían.
38. Tenemos que evitar toda manipulación del movimiento popular y tolerar y aún más, ver con simpatía la presión popular que éste pueda ejercer, ya que ésta puede ayudar a los gobernantes a combatir las desviaciones y errores que puedan ir surgiendo en el camino. Recuerdo siempre la reacción del presidente Chávez cuando un grupo de funcionarios públicos se tomó el Ministerio del Trabajo en Caracas: “Está bien muchachos, ahí hay mucha burocracia.”
39. Pero, al mismo tiempo, el pueblo y los movimientos sociales deben entender que no se puede destruir ese aparato de un día para otro porque no se tiene la fuerza para ello, hay que ir transformándolo poco a poco teniendo conciencia que en esa transformación hay peligros de desviación, burocratismo, etcétera.
40. Sólo un pueblo organizado, alerta, y un gobierno que entienda que necesita la organización y la crítica populares para ir avanzando, podrán impedir que las desviaciones y aspectos negativos que puedan irse presentando bloqueen el camino.
41. Pero así como la crítica debe ser bien recibida por los gobernantes, debe siempre ser una crítica constructiva, que ayude a curar la enfermedad, que ofrezca una solución alternativa. Es muy fácil criticar por criticar, pero es difícil proponer qué hacer. Por ejemplo, sé que hay muchas críticas en cuanto a que los militares participen en el tema de seguridad en El Salvador, pero qué alternativa plantean quienes hacen esas críticas para proteger a la población si la policía no da abasto.
42. Otro ejemplo son las críticas al extractivismo, pero ¿qué alternativa se plantea para sacar a los pueblos de la pobreza sin extraer al menos una parte de nuestras riquezas naturales?
43. Sobre ambos temas yo quisiera ver un gran diálogo nacional donde —con gran altura y espíritu constructivo— se expongan los argumentos por lado y lado. Quien se siente seguro de contar con la razón no teme el debate, por el contrario lo propicia. Quizá de una iniciativa de este tipo puedan surgir propuestas concretas que ayuden a implementar soluciones para ambas situaciones. Estoy segura que estas propuestas serán bienvenidas porque se cuánto nuestros gobernantes sufren al ver que tantas vidas se pierden, o que haya que extraer para resolver los problemas de la pobreza.
44. Y a propósito del diálogo, no puedo dejar de citar extensamente al Papa Francisco cuando refiriéndose al tema dijo en su visita a Paraguay que éste no puede ser un:
“diálogo-teatro en el que juguemos al diálogo [y sólo nos escuchemos entre nosotros].
“[…] el diálogo presupone y nos exige buscar una cultura del encuentro […] que sabe reconocer que la diversidad no sólo es buena, es necesaria. La uniformidad nos anula, nos hace autómatas. La riqueza de la vida está en la diversidad. Por lo que el punto de partida no puede ser: Voy a dialogar pero aquel está equivocado. No, no, no podemos presumir que el otro esté equivocado. Yo voy con lo mío y voy a escuchar qué dice el otro, en qué me enriquece el otro, en qué el otro me hace caer en la cuenta que yo estoy equivocado, y en qué cosas le puedo dar yo al otro. Es una ida y vuelta, ida y vuelta, pero con el corazón abierto. Con presunciones de que el otro está equivocado, mejor irse a casa y no intentar un diálogo, ¿no es cierto?”
“[…]. Dialogar no es negociar. Negociar es procurar sacar la propia tajada. A ver cómo saco la mía. No, no dialogues, no pierdas tiempo. Si vas con esa intención no pierdas tiempo. Es buscar el bien común para todos. Discutir juntos, pensar una mejor solución para todos.
“[…] Al tratar de entender las razones del otro, al tratar de escuchar su experiencia, sus anhelos, podemos ver que en gran parte son aspiraciones comunes.”[6]
45. Y, como el tema del extractivismo es uno de los temas más debatidos hoy, quisiera aprovechar este espacio para iniciar el debate sobre ese tema planteando dos puntos que creo deberían ser puntos de partida para empezar ese diálogo: el primero es que deberíamos partir por reconocer que el ser humano siempre ha tenido que extraer y que tendrá que seguir haciéndolo. El problema no es extraer o no extraer, sino cómo extraer para mantener un necesario equilibrio en lo que Marx denominó el sano metabolismo entre el hombre y la naturaleza. Los primeros habitantes del planeta extraían frutos de los árboles, peces de los mares, etcétera, pero en esos tiempos y en siglos posteriores se extraía de la naturaleza pero, de alguna manera, lo que se extraía regresaba a ella, manteniéndose ese sano metabolismo. Pero, cuando surge el sistema capitalista, su afán de lucro lo lleva a priorizar la máxima explotación de la naturaleza sin importarle los efectos que sobre ella tenga su actividad extractiva, destruyendo así el sano metabolismo que antes existía. Cada vez se extrae más y se empiezan a agotar los bienes naturales, con todas las consecuencias que ello tiene para el cambio climático. En el sur de Chile las transnacionales japonesas talaron nuestros árboles ancestrales y replantaron, pero no con las especies autóctonas que son de más lento crecimiento y que son amigables a ese medio, sino con especies foráneas de rápido crecimiento que consumen una cantidad desproporcionada de agua y agotan el suelo para poder volver a talar en pocos años. Y qué decir de la contaminación provocada por Chevron en la explotación del petróleo en Ecuador.
46. El segundo punto, para poder iniciar un debate fructífero, creo esencial que se entienda que las riquezas que están en nuestro territorio: minerales, petróleo, gas, fuentes acuíferas, reservas forestales, no son riquezas cuyos dueños son los habitantes de esos lugares. Es un don caído del cielo que haya petróleo en Venezuela y Ecuador, gas en Bolivia, cobre en Chile. Eso no depende de los pueblos originarios, ni depende de los trabajadores del petróleo o del cobre; esas son riquezas que pertenecen a la sociedad entera; entonces, es la sociedad entera la que debería pronunciarse acerca de si se extrae o no. Por supuesto que también hay que consultar a quienes viven en la zona, pero hay que entender que ahí se juegan intereses que trascienden sus fronteras.
47. Si logramos un acuerdo sobre los dos puntos anteriores, de lo que se trataría, entonces, es de debatir acerca de propuestas concretas de cómo usar en el presente nuestros recursos naturales para ir avanzando poco a poco hacia un modelo económico de desarrollo que permita ir restableciendo ese sano metabolismo entre el hombre y la naturaleza
48. Pero, volviendo al tema de la crítica, pienso que es importante establecer canales para que el descontento ante los errores o desviaciones que puedan cometerse no sea sufrido en forma pasiva por la gente, sino que pueda expresarse abiertamente, evitando, de esta manera, que se vaya acumulando malestar y que en un determinado momento éste sorpresivamente explote. Por otra parte, si se establecen esos canales podrían corregirse a tiempo los defectos detectados.
49. Me parece muy interesante que la Constitución boliviana plantee que el pueblo organizado en lo que la Carta Magna llama “acción popular” puede y debe reaccionar contra cualquier violación y amenaza contra una serie de derechos, entre ellos el del medio ambiente[7] y que, además cree la figura de un tribunal especializado en jurisdicción agroambiental (temas agrícolas, forestales, ambientales)[8] con autoridades electas con participación popular.
50. Por último, tenemos que preguntarnos por qué, si nuestro proyecto de sociedad alternativa al capitalismo es un proyecto hermoso, profundo, transformador, y refleja los intereses de la gran mayoría de la población, quienes se han propuesto construirlo no cuentan con todo el apoyo popular con el que deberían contar.
51. Yo pienso que en gran medida esto se explica porque una parte importante de la población no conoce nuestro verdadero proyecto. Los medios opositores se encargan de deformarlo, de crear falsas alarmas y, muchas veces, logran aterrorizar a la gente acerca del futuro que les espera. Pero ellos no son los únicos culpables de esta situación. Nosotros también hemos contribuido a ella. Solemos tener grandes debilidades al comunicar el proyecto. No destinamos suficiente tiempo ni recursos ni creatividad a esta tarea. Y, lo más grave, muchas veces, con nuestra propia forma de vivir estamos negando ese proyecto. Proponemos crear una sociedad democrática, solidaria, transparente, no corrupta y estamos asumiendo prácticas autoritarias, clientelares, egoístas, poco transparentes. Muchas veces hay una gran distancia entre lo que predicamos y lo que vivimos, y nuestra prédica se hace entonces poco creíble.
52. No podemos asombrarnos, entonces, de que haya importantes sectores de la sociedad que aún no se identifican con nuestro proyecto y que es necesario ir conquistando.
53. ¿Y cómo se puede ir conquistando a cada vez más gente? Creo que lo primero que debemos entender que no se trata de imponer, sino que hay que ganar el corazón y la cabeza de la gente. Por otra parte, me parece que debemos poner especial énfasis en ganar a los líderes naturales de los distintos sectores sociales. Si logramos ganar a esos líderes, ello nos ayudará enormemente a ganar también a las personas que reciben su influencia.
Una nueva relación, no de oposición sino de colaboración constructiva
54. Pienso que habiendo expuesto estas reflexiones se puede entender mejor los señalamientos que haré a continuación acerca de relación que, según mi opinión, debería existir entre los gobiernos progresistas y los movimientos sociales.
55. Considero que entre ellos debe establecerse una nueva relación. Los gobiernos no deben olvidar que detrás de ellos hay toda una historia de luchas sociales sin las cuáles no habría sido posible su triunfo. Los movimientos deben entender que estos gobiernos ya no son los enemigos de antaño, sino que pueden ser sus aliados más efectivos en la lucha por conquistar sus derechos y concretar sus aspiraciones. Por ello, siempre que ambas partes persigan una transformación profunda de la sociedad actual, la relación que debe establecerse entre ellas debe ser una relación de mutua colaboración.
56. Pero, para que esta relación sea fructífera habría que considerar varias cosas:
57. En primer lugar, los dirigentes sociales no deben olvidar que sólo se logró conquistar una parte del poder político y que debido a esta correlación de fuerzas, que favorece inicialmente a las fuerzas conservadoras, los procesos de cambio son muy lentos y las reivindicaciones populares no podrán ser resueltas de un día para otro.
58. En segundo lugar, nuestros gobiernos deben tratar de explicar a la ciudadanía y, especialmente, a los dirigentes sociales, los límites dentro de las cuales pueden actuar, y nuestros pueblos deben armarse de paciencia.
59. En tercer lugar, la colaboración que debe establecerse entre ambas partes no puede significar una pérdida de autonomía de los movimientos respecto al gobierno. Los primeros no deben transformarse en apéndices del segundo, sino que –apoyando el proceso de cambio y sintiéndose corresponsables del mismo– deben ser capaces de criticar los errores que puedan cometerse en el camino siempre que esa crítica ayude a enmendarlos proponiendo medidas para corregirlos. Y sólo si las posibilidades de diálogo se agotan y no son escuchados es cuando deberán buscar otros caminos para hacer llegar su voz en defensa del proceso de cambio.
60. En cuarto lugar, los dirigentes sociales deben superar aquella cultura de oponerse a todo lo que venga del gobierno de turno y de usar el apelativo de “gobiernero” o “gobiernista” para calificar a aquellos dirigentes que apoyan a estos gobiernos en su esfuerzo por transformar la sociedad. Si esto no se supera, se irá produciendo un creciente distanciamiento entre estos dirigentes y sus bases sociales, ya que éstas comienzan a percibir en su vida cotidiana los efectos positivos de las políticas gubernamentales en favor del pueblo y no entiende esa actitud opositora de sus dirigentes.
61. En quinto lugar, nuestros gobiernos deberían tener en cuenta la cultura heredada y deberían ser muy flexibles y tener mucha paciencia para trabajar con los dirigentes sociales, distinguiendo muy bien entre aquellos que usan premeditadamente su influencia en sus bases para impedir la transformación social y aquellos que están en posiciones equivocadas por falta de información o por el peso que tienen en ellos los hábitos del pasado.
¿Se avanza o se retrocede?
62. Por último quisiera terminar este artículo con algunas preguntas creo nos ayudaría a tener una visión más objetiva de lo que nuestros gobiernos están haciendo en relación con el protagonismo popular:
63. ¿Están fortaleciendo a la clase trabajadora eliminando la subcontratación, universalizando la seguridad social, fortaleciendo sus organizaciones sindicales, facilitando su educación y preparación profesional?
¿Movilizan a los trabajadores y pueblo en general para llevar adelante determinadas medidas e incrementan sus capacidades y poder?
¿Respetan la autonomía de las organizaciones sociales y sindicales?
¿Entienden que necesitan un pueblo organizado, politizado, capaz de presionar para debilitar el aparato estatal heredado y poder así avanzar en el proceso de transformaciones propuesto?
¿Entienden que sus pueblos tienen que ser actores de primera línea y no sólo de segunda?
¿Oyen y otorgan la palabra a sus pueblos? ¿Entienden que pueden apoyarse en ellos para combatir los errores y desviaciones que vayan surgiendo en el camino?
¿Les entregan recursos y los llaman a ejercer la contraloría social del proceso?
En síntesis, ¿contribuyen a crear un sujeto popular cada vez más protagónico que vaya convirtiéndose cada vez más en el verdadero constructor de su propio destino?
4 de septiembre
[1]. Ver un mayor desarrollo de experiencias de movimientos sociales en varios países de América Latina en: Marta Harnecker, Un mundo a construir (nuevos caminos), El Viejo Topo, España, 2013, Primera Parte: América Latina en marcha, Capítulo 2. Movimientos populares: los grandes protagonistas. El libro está disponible en: http://www.rebelion.org/docs/178845.pdf
[2]. Ver Marta Harnecker, Ecuador: Una nueva izquierda en busca de la vida en plenitud (2011), Primera parte, Cuarto Capítulo: Surgimiento de un instrumento político a partir del movimiento indígena, y Sexto Capítulo. Más sobre el Pachakutik. El libro está disponible en: http://www.rebelion.org/docs/135337.pdf
[3]. Ver sobre el tema: Marta Harnecker con la Colaboración de Federico Fuentes, MAS-IPS. Instrumento político que surge de los movimientos sociales (2008). Puede encontrase en: http://www.rebelion.org/docs/97083.pdf
[4]. Marx, Revelaciones sobre el proceso a los comunistas en Colonia [1953] en Obras Escogidas, Editorial Lautaro, 1946, p.94. En inglés: Collected Works, vol.11, 1979, p.403.
[5]. Lenin decía al respecto: “no podemos renunciar de ningún modo a la lucha huelguística, ni podemos admitir por principio la ley sobre la sustitución de las huelgas por la mediación obligatoria del estado. “Por otra parte, evidentemente el objetivo final de la lucha huelguística bajo el capitalismo es la destrucción del aparato del estado, el derrocamiento del poder estatal de una clase dada. En cambio, en un tipo de estado proletario de transición, como el nuestro, el objetivo final de la lucha huelguística sólo puede ser el fortalecimiento del estado proletario y del poder estatal de la clase proletaria mediante la lucha contra las deformaciones burocráticas, de ese estado; contra sus errores y debilidades, contra los apetitos de clase de los capitalistas que eluden el control de ese estado, etcétera. […]” (Vladimir Lenin, Proyectos de tesis sobre el papel y las funciones de los sindicatos bajo la nueva política económica, en Obras Completas, Ed. Cartago, Buenos Aires, 1971, t.36, pp.109‑110.)
[6]. Palabras en encuentro con representantes de la sociedad civil en Paraguay, Estadio León Condou del colegio San José, Asunción, sábado 11 de julio de 2015. Extraje sólo lo esencial, el Papa aborda el tema con mayor amplitud.
[7]. Artículo 135. La Acción Popular procederá contra todo acto u omisión de las autoridades o de personas individuales o colectivas que violen o amenacen con violar derechos e intereses colectivos, relacionados con el patrimonio, el espacio, la seguridad y salubridad pública, el medio ambiente y otros de similar naturaleza reconocidos por esta Constitución.
[8]. Capítulo Tercero. Jurisdicción Agroambiental, artículos 187 al 190.