Elemento vital, escaso y finito, el agua inflama hoy más de 300 conflictos entre naciones, mata tres niños por minuto, pero en un 70% ya es propiedad privada, porque las políticas neoliberales la han clasificado como bien económico y no social, como necesidad (y por ello negocio) y no derecho. El agua es, en este tercer milenio, lo que el petróleo fue en el siglo 20.
Las cifras son escalofriantes: por falta de agua potable y saneamiento básico, cada veinte segundos muere un niño en el mundo. Mil millones es el número de personas que no tienen acceso al agua potable, y cerca de tres mil millones carecen de saneamiento básico. Uno de cada cuatro niños menores de cinco años muere de enfermedades transmitidas por el agua. Un millón y medio de niños muere cada año de diarrea.
Pero más allá de las cifras, lo cierto es que el planeta se está quedando sin agua. Durante el siglo pasado, el consumo de agua creció a un ritmo dos veces superior al de la tasa poblacional, y por ello las regiones con niveles crónicos de carencia de agua van en aumento, así como también la desertificación de la Tierra.
Dentro de una década el consumo de agua superará en un 56% su suministro y, posiblemente, 1800 millones de personas vivirán sin nada de agua, mientras la mitad de la población mundial quedará en condiciones de estrés hídrico –al decir de los expertos–, es decir: con menos de los 1.700 metros cúbicos anuales necesarios para vivir.
Actualmente, Naciones Unidas calcula que los refugiados a causa del agua alcanzan los 25 millones de personas.
La escasez de agua dulce es el principio rector de ese gran negocio: represas, canales de irrigación, tecnologías de purificación y de desalinización, sistemas de alcantarillado y tratamientos de aguas residuales y ciertamente, según los datos del Instituto Polaris de Canadá, el embotellamiento del agua, un negocio que supera en ganancias a la industria farmacéutica.
De la privatización del agua (una vía sigilosa de control del recurso) en los ’90, el de Argentina fue un caso modelo. Obras Sanitarias de la Nación era una empresa de 554 millones de dólares de ingreso anual que funcionaba bien (el año anterior a ser privatizada había tenido superávit). Sin embargo, por presión del Banco Mundial se dio en concesión por 30 años, gratis. La experiencia de
la privatización es escandalosa para los expertos. Las tarifas y dividendos han sido generosos y las inversiones, bajas.
En lo que le llevó leer esta introducción, murieron seis niños en el mundo, por falta de agua potable.